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A Samuel Etoo Fils, Nikon, Camerún (10-03-1981), le han concedido la oportunidad de ser uno de los iconos del mallorquinismo en la última década. Es, probablemente, el mejor futbolista que jamás haya vestido la elástica del Mallorca, y además tiene una virtud de la que el fútbol moderno está huérfano; es capaz de ilusionar a la grada con un golpe de velocidad, con una carrera, con un desmarque, con un escorzo, con un golpeo, con una sonrisa.

Mimado en el balompié africano y madurado en las pensiones en las que vivían los jugadores del Madrid B en la época de Ramón Mendoza, Etoo ha conocido las miserias de este juego hasta el punto de que acaba de perder un compañero y amigo en pleno partido. Nadie conoce como el camerunés lo que cuesta llegar hasta aquí, y ahora disfruta con cada palmo que recorre.

Dicen sus amigos que tiene dos corazones, el propio y el que regala al prójimo. Samuel Etoo, siempre vinculado a la chiquillería y a las obras de caridad, sabe que desde su posición es capaz de transmitir muchas cosas, y lo aprovecha. De carácter fuerte y discurso atrevido, el africano siempre tiene una buena acción. Tan pronto te obsequia con una camiseta como tira de cuenta corriente y se paga una paella para ocho mil.

Dentro del campo su figura adquiere todavía mucho más volumen. Desde que el Real Madrid le insinuara que Mallorca iba a ser su residencia habitual, Etoo ha ido creciendo y haciéndole guiños a la historia. Pasó por Leganés y Barcelona, pero su irrupción en Palma ha sido lo que ha disparado su trayectoria. Pisó el territorio de la Liga de Campeones, participó en la Copa de la UEFA, en la Recopa y ahora se lanza a por el título de Copa. Ha conseguido lo que pocos futbolistas han logrado, que el Santiago Bernabéu se levante para aplaudir un cambio de un futbolista del equipo rival. Fue esta temporada, poco después de desafiar a Roberto Carlos en una jugada de otra galaxia y lanzarle un chupinazo a Iker Casillas. La afición le reconoció como el Etoo maduro, capacitado, valiente y sobresaliente, y no como aquel chaval que se reveló ante la insolencia de Valdano.