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Efe JAPÓN
El árbitro italiano Pierluigi Collina, designado por la FIFA para dirigir la final del Mundial 2002, está considerado el número uno de entre los colegiados del mundo entero, y así lo ha considerado el Comité de Àrbitros, que ha buscado al mejor para el partido más importante del torneo. Collina, aunque sin llegar a convertirse en una de las referencias del torneo ni estar a la altura de las estrellas del balompié moderno, es el árbitro que más llama la atención de entre todos los designados para la Copa del Mundo que está a punto de terminar. A su capacidad para hablar del fútbol en general y del arbitraje en particular, añade el árbitro italiano una imagen inconfundible que le permite ser localizado sin problemas en la distancia.

Con su cabeza completamente rasurada, su ojos claros, que muchas veces se han mostrado casi fuera de sus órbitas en la televisión, Collina se ha convertido en una imagen clásica de los partidos de Liga de Campeones con sus habituales gestos, sonrisas, desafíos y diálogos con los futbolistas. Nacido en Viareggio hace 42 años, en Pierluigi Collina se concentran algunos otros motivos para considerarlo uno de los protagonistas del Mundial y desde el principio estaba llamado a ser el árbitro de la final del 30 de junio.

En la primera fase Collina dirigió ya el partido más importante, a priori, de la primera fase de la Copa del Mundo, el Argentina-Inglaterra, disputado el 7 de junio en Sapporo y en el que los británicos se impusieron por 1-0 con un gol de penalti de David Beckham. Su segunda intervención en el Mundial fue el partido Japón-Turquía de los octavos de final y que terminó con victoria europea por 1-0 y la eliminación consiguiente de uno de los países anfitriones. Este colegiado, que no ha desperdiciado las oportunidades que se le han presentado para hacer publicidad, por motivos obvios y por considerar que esta decisión beneficia al arbitraje, se caracteriza por su talante y por la personalidad extremadamente definida que muestra sobre el terreno de juego.