El banquillo carioca celebra su clasificación para la final del Mundial.

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Enrique Escande
Brasil y Alemania, que nunca se enfrentaron en los Mundiales pese a haber jugado hasta ahora seis finales, serán los protagonistas de la postal definitiva de esta competición, cuyo icono era hasta ayer un asistente de árbitro -de un país en el que el fútbol podría ser el cuarto o quinto deporte- con su banderín levantado.

Una final entre una selección que ganó cuatro Mundiales y otra que obtuvo tres ofrece la posibilidad de que en el futuro se recuerde esta competición con los rostros de Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Kahn, Neuville o Klose desencajados gritando un gol y no con el de Joseph Blatter en el momento de ensayar un clásico gesto de suficiencia como diciendo «todo está O.K.».

En cuanto a lo futbolístico, también han mejorado las posibilidades de un buen espectáculo en el partido decisivo del torneo, porque se mantiene la presunción de que todo lo que podrían ofrecer y no lo han hecho, de momento, las cotizadas figuras de ambos conjuntos, es factible que lo vuelquen en el campo durante los 90 ó 120 minutos finales de esta cita.

La historia de ambos finalistas ilusiona, y como en el fútbol la ilusión es indispensable e imposible de canjear por otra sensación, sentimiento o estado de ánimo, los esperanzados aficionados al fútbol en el mundo creerán ver a Beckenbauer con la camiseta de Christian Ziege, a Rummenigge con la de Dietmar Hamann y a Overath con la de Bernd Schneider. Los nostálgicos de Pelé, Zico y Rivelino tienen mejores recursos para montar en su imaginación una jornada inolvidable y entonces se aferrarán a los recuerdos cercanos de fútbol brillante que han recogido de Ronaldinho Gáucho, Cafú, Rivaldo, Roberto Carlos y Ronaldo y aguardarán ansiosos que se destapen con lo mejor de su repertorio en esta ocasión única e irrepetible.

El Mundial, manchado por oscuros arbitrajes y continuas negativas de las evidencias por parte de la FIFA, que pusieron en duda su transparencia, pudo haberse cerrado con una final entre Turquía y Corea, lo cual no es descabellado si se tiene en cuenta que en las semifinales la diferencia entre Alemania y los coreanos la marcó un gol y que lo mismo ocurrió entre Brasil y los turcos.