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Varios miles de aficionados mallorquinistas se encontraron con la desagrable sorpresa de que tuvieron que quedarse en tierras británicas más tiempo del deseado, dado que los accesos al aeropuerto internacional de Birmingham quedaron colapsados y en el interior de la terminal el orden brillaba por su ausencia, de ahí que entre las 11.30 horas y las 04.00 de la madrugada se produjeron escenas de auténtico hacinamiento e imágenes propias de un campo de refugiados.

Las salidas de los aviones no se respetaron y los representantes de las agencias que organizaron los viajes no daban respuestas «lógicas» a los aficionados perjudicados por esta sobresaturación de pasajeros. Hasta el propio presidente de Air Europa, Juan José Hidalgo, tuvo que actuar ante el desastre que se podía vislumbrar y mantuvo sus más y sus menos con algunos empleados del aeropuerto británico para agilizar las operaciones de embarque de pasajeros.

La policía se vió desbordada y para curarse en salud difundió un breve comunicado en castellano para justificar la inoperancia del aeropuerto de Birmingham.