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Un aterrizaje poco ortodoxo en el aeropuerto de Birmingham fue el preludio de una larga espera en el interior del avión que no entraba dentro de las previsiones. "¿Estamos en Europa?", se cuestionaban de forma insistente todos los integrantes del plantel balear, a excepción de un imperturbable Héctor Cúper, a medida que avanzaban las manecillas del reloj. Las autoridades británicas obligaron a toda la expedición del Mallorca a permanecer encerrada en la áeronave de Spanair con la que había viajado mientras el personal de adunas revisaba toda su documentación. Casi tres cuartos de hora después, el equipo y todos sus acompañantes se encontraron con otra desagradable sorpresa. Todo su equipo equipaje estaba prácticamente esparcido por la pista de aterrizaje, formando una estampa propia de algún país tercermundista.

Curiosamente, las autoridades británicas sólo exigieron la documentación de futbolistas, técnicos y directivos y el resto del pasaje fue abandonado en la pista junto al equipaje, para minutos después desplazarse en autobús al Jarvis, que al igual que el hotel de concentración del Mallorca, se encuentra algunos kilómetros alejado de Birmingham.

El vuelo, de aproximadamente dos horas de duración, transcurrió bajo una normalidad absoluta. Antes de emprender el vuelo, cada pasajero fue obsequiado con una bandera del Real Mallorca. Una vez en el interior del avión, el comandante recordó a todos através de megafonía, que el equipo de Cúper se aprestaba a afrontar una final histórica. Ya en el aire, las azafatas sirvieron cava antes de la comida.