Imagen parcial del mapa atribuido a Jafudà Cresques. | Ultima Hora

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Jafudà Cresques tuvo diversos nombres a lo largo de su vida y su historia es de película. También conocido como Cresques el joven,​ Jehuda Cresques o Jaume Ribes, fue uno de los grandes hombres que Mallorca legó a la humanidad para incrementar su conocimiento. Él o su padre, de nombre Abraham, la cosa no está del todo clara. Lo cierto es que su aportación fue decisiva. Parece ser que siguió la profesión paterna de dibujante de miniaturas, mapas y brújulas, por lo que mantuvo relaciones al más alto nivel con la Corona de Aragón. Junto a su progenitor se cree que participó en el denominado Atles català, a pesar de que algunas fuentes desmienten este extremo por meras cuestiones cronológicas.

Jafudà Cresques nació en Ciutat de Mallorca en una fecha indeterminada alrededor del año 1350. Él y su antecesor, su padre Abraham, a menudo son analizados conjuntamente como si de un único personaje histórico se tratara. Y aquí se resume la raíz de la discusión histórica que más tarde expondremos. Pero lo cierto es que su aportación revolucionó la cartografía mallorquina y no solo eso; Jafudà Cresques también alteró de forma intensa la sociedad palmesana alumbrada un siglo después de la Conquesta.

De orgullosa familia judía, tuvo que afrontar la conversión forzosa al cristianismo y de ahí que en sus últimos años hiciera llamarse Jaume Ribes tras los sucesos violentos y antisemitas que agitaron Palma, como otras poblaciones coetáneas. Pero conviene empezar por el principio. Jafudà Cresques nació y creció en el Call Jueu, el barrio judío de la Palma medieval, pero no como alguien anónimo o un cualquiera.

Según la Real Academia de Historia, la casa familiar estaba situada cerca de la muralla, intramuros, no lejos de la Porta del Temple, y esta se vio con alguna frecuencia favorecida por monarcas. De hecho Pere el Cerimoniós y Joan I le concedieron el título de familiar real sobre el año 1380, con lo cual debía pasear bastante a sus anchas por la capital mallorquina de hace casi setecientos años. Por si fuera poco las autoridades le permitieron tener dos mujeres a la vez.

Existen muchos manuales y libros académicos que recogen la trayectoria de los Cresques en Mallorca. Hace unos años el escritor Baltasar Pòrcel glosó de forma excepcional la figura de este mallorquín universal en Ultima Hora, al indicar que el «ilustre insular hacia el siglo XIV dio a Ciutat de Mallorques, con sus portentosos mapamundis, una de las llaves del dominio de los mares. O sea, de mucha más agua». «Padre e hijo gustaban de los libros, Jafudà en especial de una vida de Buda, tan regordete y sonriente él. Porque en la buena mesa, en la voluptuosa cama, en la diversidad religiosa, en el cuidado de su bolsa, en firmar mapas ajenos, en camuflarse, Jafudà fue un as» afirmó.

El relato de Pòrcel abunda en las peripecias de Cresques y anticipa una vida repleta de «líos». «Jafudà trabajaba con Abraham, su padre, y se sabe que eran buenos miniaturistas y expertos en la brújula, pero inhábiles trazando cartas náuticas. Palma, además, constituía entonces «un activo puerto de mar, con un animado mercado de esclavos, y ambos judíos y otros de su vecindad, que diseñaban para los Cresques, hablaban sin cesar con los innumerables marineros que por allí pasaban, enterándose de cómo era el mundo». El mar es una impagable fuente de noticias, y ya lo era hace siglos.

El escritor mallorquín recuerda que «Jafudà mantuvo un pleito con un joyero florentino, por cobrar un mapa y no entregarlo. Luego otro con su mujer, Dolça, porque al no tener hijos pedía licencia legal para ser bígamo, pero sin devolverle a ella la dote. Con lo que su suegra Haniní embestió tanto a los Cresques en la calle durante años, que ellos tuvieron que pedir protección al rey. A la par que le solicitaban que los carniceros les aumentaran su ración de carne o desfallecían y no rendían en el taller, pues trabajaban para el soberano, lo que les reportaba serias ventajas fiscales».

No solo eso. Eran considerados como iguales de los cristianos en el reino insular, hasta el punto de que «lograron dejar de llevar la estrella amarilla que los identificaba como judíos».

PALMA - ESTATUA DE JAFUDA CRESQUES
Estatua que recuerda al cartógrafo en su ciudad natal. Foto: J.C.

«A Jafudà, la fama le viene del célebre Atles Català, según le llaman, datado en 1375, y propiedad de la Biblioteca Nacional, de París. Es largo de 3 metros por casi uno de altura, y dibuja el planeta, lo identifica con 2.300 nombres, en catalán, desde el Atlántico al mar de China, cuajándolo de primorosas ilustraciones etnográficas, zoológicas, meteorológicas. No existe otro que se le iguale» escribió el conocido autor balear.

Pòrcel ya mencionó entonces las dudas razonables sobre la paternidad del popular atlas, empezando por el hecho que el rey Carlos V de Francia inventarió la obra en 1380, mientras un año después el príncipe Joan d'Aragó selló un documento con el que anunciaba un presente al monarca vecino, un mapa cortesía de «Cresques lo juheu».

«Se ha querido ver en Jafudà al misterioso maese Jacome Ribes de Mallorca, fundador de la audaz escuela náutica de Sagres. Pero en 1410, cuando muere Jafudà, Enrique el Navegante, que sería el monarca de Sagres, sólo tenía 15 años. Sin embargo Jafudà, después del terrible asalto al Call Jueu de Palma, de 1391, se bautizó católico bajo el nombre de Jaume Ribes, ¿huirían de la isla uno u otro Ribes, o bien eran el mismo, refugiándose en Portugal?». Tal vez un día lo descubramos.

Más allá de estas dudas que la historiografía no ha podido esclarecer por completo, lo que es seguro es que Cresques fue un artesano dedicado al arte de dibujar y copiar mapas en el taller familiar del barrio judío de Palma, el Call, y a confeccionar brújulas que servirían después a navegantes de toda la Europa medieval.

Los hechos de 1391 no tuvieron vuelta atrás, y el Call fue poco a poco abandonado por sus propios habitantes, huyendo de robos, muertes y saqueos, a la vez que los judíos se convertían masivamente al cristianismo y se diseminaban por la ciudad. Sin embargo, los nuevos conversos formaron comunidades más compactas alrededor de distritos parroquiales de Palma como Santa Eulàlia, Santa Creu y Sant Nicolau. En concreto, en la costa d’En Brossa, en el callejón del Guix y junto a Cort, se agrupaban los conversos más pudientes.

Fallecido en 1387 el padre Abraham Cresques, su esposa Seteddar se convirtió al cristianismo con el nombre de Anna, juntamente con sus dos hijos, Jafudà y su hermana Astruga. Desde aquel momento Jafudà Cresques se llamó Jaume Ribes, como su protector, el pavorde de la Seu de Mallorca, y Astruga pasó a llamarse Francesca, casándose más tarde con un mercader.

Lejos quedaron los días tranquilos del Call mallorquín y sus judíos afanados en sus quehaceres, ejerciendo los oficios de alcabalero, sastre, zapatero, orfebre, platero o argenter, pañero o draper, iluminador de libros, encuadernador —lligador de llibres—, médico —físic— y cartógrafo. A estos hay que añadir los que desempeñaron los Cresques, tanto Abraham como Jafudà: «bruxoler» y «mestre» de mapamundis y cartas de navegar.

Desde hace un tiempo, gracias a la aportación de la escultora Isabel Ballester, su figura permanece plasmada para siempre en medio de la antigua judería de Palma. No es la única, según reseñó en este mismo periódico Jesús García Marín: «La de Isabel Ballester no es la única escultura de Cresques que hay en el mundo. La otra está en Lisboa y forma parte del Monumento a los Descubrimientos Portugueses que se encuentra frente al manuelino monasterio de los jerónimos. Es una muestra de la gran importancia que tuvo el cartógrafo judío-mallorquín con su leyenda a cuestas».