El plato de arroz valía un 10. | Andrés Valente

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A finales de abril, cuando escribía sobre Can Nofre, decía que era uno de los restaurantes que yo llamaba los Siete Magníficos, por sus platos esmerados de la cocina mallorquina, ahí por las décadas de los 60 y 70. De los siete, mi favorita era Café Balear de la calle Nuredduna, donde está ahora la sede de la Banca March. Una de las muchísimas cosas memorables del Café Balear era como los camareros cuidaban de los clientes asiduos. Cuando pedíamos un plato de paella como entrante del menú del día, el arroz llegaba enseguida si la paella en la cocina estaba recién hecha. Si no, el camarero nos decía que si esperábamos, otra paella saldría en cinco minutos. A veces no eran cinco minutos… ni 10… ni 15. Pero esperábamos a gusto, porque sabíamos que al final comeríamos paella hecha al momento.

La semana pasada fui a comer en Es Muntant de carretera de Esporles 233, Establiments regentado por la misma familia durante los últimos 35 años. Era casi las tres de la tarde cuando vi que la paella era uno de los entrantes en el menú del día a 13,50 euros. Esa paella, por supuesto, ya no sería la misma que quitaron del fogón hace dos horas, pero como siempre me han gustado las sobras de una paella a temperatura de ambiente, y como tenía ganas de comer arroz, pedí una ración de su paella del día.

Cuando el camarero puso el plato en la mesa, bastaba una simple mirada de soslayo para ver que no eran las sobras de una paella hecha un par de horas antes. Los granos de arroz brillaban por su jugosidad y al probarlos eran tan calientes que quemaban la lengua: ese arroz salió de una paella hecha un par de minutos antes, no dos horas. Era una paella de menú del día mucho más ambiciosa que lo normal: llevaba una boca de cangrejo, un par de mejillones, almejas, un buen trozo de muslo de pollo bien dorado y otros trocitos sin piel ni huesos. Todo estaba en su punto, todo con los sabores típicos de una buena paella. Este plato valía un 10, algo que no suele ocurrir con una paella de menú del día a 13,50 euros.

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Cuando vino el camarero para quitar los platos, le comenté que la paella fue una maravilla y que había tenido la suerte de tocarme una recién hecha a las tres de la tarde. Pero me dijo que no era ninguna suerte: en lugar de hacer una paella enorme para el menú del día, van haciendo paellas pequeñas durante todo el servicio, y yo comí la de las tres de la tarde. Era una paella hecha al momento. Y era aún mejor que las de Café Balear. Que ya es decir.

Otro plato 10 fue los polidos fritos
Otro plato 10 fue los polidos fritos.

Había otro plato exitoso, también inesperado: unos polidos (pez de plata). Este pescado, miembro de la familia de la merluza, es barato (menos de seis euros el kilo) y buenísimo, aunque no es fácil encontrarlo ni en las pescaderías, bares o restaurantes. De hecho, los polidos de aquí fueron los primeros que había comido en un restaurante. Su éxito en la mesa no es ningún secreto: están enharinados y fritos en aceite bien caliente. Su carne es suave, sedosa y blanquísima. Sumaban los 10 puntos de la perfección.

Las judías blancas con patatas y almejas
Las judías blancas con patatas y almejas.
La tarta de queso fue verdaderamente casera
La tarta de queso fue verdaderamente casera.

También comimos un espléndido plato de judías blancas con patatas y almejas y una tarta de queso de arándanos que era verdaderamente casera. Es que Es Muntant está en el grupo de los Siete Magníficos del siglo XXI. Iré revelando los otros seis en los próximos meses.