La poda de invierno es la primera que se efectúa a las vides. | Archivo

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La viña es uno de los cultivos más importantes de la cultura mediterránea. Años de experiencia y de estudio han logrado elevar el cultivo de la vid a cimas de gran calidad y producción, pero no por ello ha dejado de ser una tarea laboriosa que requiere gran previsión y cuidado. Joan Colom, payés de Consell, nonagenario, que ha pasado toda su vida entre vides afirma tajantemente que «para obtener un buen vino se hace preciso trabajar mucho en el campo para trabajar poco en la bodega». Y así es. Ahora, a principios de año ya se está trabajando con mucho cuidado en el primer paso para planificar la producción del vino que se elaborará en septiembre; es la hora de la poda de invierno.

Pere Antoni Llabrés, de Sencelles, es otro payés cuya vida ha dedicado al vino, no en vano es la cuarta generación que regenta el Celler de Can Ramis. Cuenta Llabrés que «en la actualidad empezamos la labor de poda de las vides en enero y febrero, cuando la planta se ha despojado de sus hojas. Sin embargo, los frailes, que en cuestión de vino han sido importantes, lo hacían por norma en marzo. Era para evitar las temidas heladas de febrero».

El viticultor explica que «actualmente se ha de empezar antes puesto que no hay tanta mano de obra disponible y el trabajo es mucho».La poda de invierno es la primera que se efectúa a las vides y se le denomina así para diferenciarla de la poda en verde. Antoni Colom, enólogo de la firma Hereus de Can Ribes (Consell), indica que «las dos podas son muy importantes para controlar la cantidad de racimos que producirá cada planta. Eso es primordial para determinar la calidad del vino resultante». Y es que, al contrario de lo que se podría pensar «no es bueno producir mucha uva sino la justa para que la planta la madure bien y obtenga todos los nutrientes que luego aportaran calidad al vino», dice.

Pere Llabrés.

Llabrés secunda que «en la actualidad se considera que dos o tres kilos de uva por planta es una producción ideal». Para obtener ese resultado la poda que se lleva a cabo ahora «se hace dejando dos tanyades, antes se dejaban cuatro o cinco porque lo que querían era producir mucho. Ahora preferimos menos pero de mayor calidad».

Otro aspecto importante de esta poda, destaca Antoni Colom, es una práctica que los payeses describen como ull mira tall, que literalmente se traduciría por yema mira al corte. Colom aclara que «se trata de una práctica muy importante si se quiere prolongar la vida de la vid, pues al cortar una rama se produce una necrosis en forma de cono en el interior de la misma. Si cortamos la rama de este año con el corte mirando al del año precedente, y dejando una yema en el otro lado, conseguimos que la parte que se seca de la planta quede toda en una parte del tallo y las ramas. Así nos queda un canal de flujo de savia continuo en el otro lado de la vid, con lo que la planta se encuentra mejor y más fuerte».

Toni Colom.

Llabrés indica además que se suelen dejar dos yemas en cada rama y «lo curioso es que esas yemas contienen ya lo que serán los racimos de uva. Si mirásemos con un microscópico las yemas de la vid podríamos ver los diminutos racimos de uva que atesora». El payés sentencia que «por ello es primordial una buena poda, porque con ella no estamos planificando sólo la cosecha de este año sino que también estamos preparando la del siguiente». Este trabajo se complementará más adelante con la poda en verde. Está se hará en primavera, eliminando el exceso de ramas y también de racimos.