Mateu Pascual muestra como han quedado los plásticos de la plantación tras el intenso granizo. | Redacción Part Forana

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Mateu Pascual dirige desde hace años una de las empresas agrícolas más importantes de la comarca de Manacor, con decenas de quarterades sembradas de fresas, sandías, melones, pimientos, tomates y muchísimas más hortalizas. Hortalizas Pascual es una empresa familiar asociada a Agroilla. Trabaja con el esfuerzo de sacar un buen producto local y ofrecer un producto de proximidad. Éste año –que recuerde– ha sido el peor que ha vivido. El primer varapalo llegó con la pandemia del coronavirus.

La previsión inicial era de una buena temporada, pero la no apertura de hoteles y los restaurantes a ralentí hacía temer lo peor, con importantes pérdidas. Suerte que los consumidores –una gran mayoría– apostaron y apuestan por consumir producto local. Y, cuando parecía que salvarían la añada, llega el segundo golpe.

«El 29 de agosto sobre las 11.30 horas se levantó un fuerte temporal de viento y agua. Se paró el viento –recuerda– y empezó a caer una tromba de piedra –no granizo– como una mano de grande que agujereó por completo la gran mayoría de plásticos de los invernaderos», explica Mateu. Se han visto afectados unos 80.000 metros cuadrados de plásticos y unos 13.000 metros de estructuras se han roto. «En los plásticos hay algunos agujeros por los que pasa una mano, para que se hagan una idea de lo grandes que eran los impactos de las piedras. Era impresionante. Cuando impactaban en el suelo se estallaban y los pedazos eran como cubitos grandes de hielo», recuerda Mateu Pascual.

Los plásticos que se utilizan para estos invernaderos son de un grueso y calidad especial. Su vida útil es de tres años. Una parte los habían sustituido sólo seis meses antes de la tormenta, en marzo. «Colocarlos es un trabajo laborioso, casi todo se hace manualmente», comenta. «Entre quitar y reponer los 80.000 metros de plásticos además recolocar las estructuras dañadas hay trabajo para tres meses. El que se retira se empaqueta y se envía a una empresa de Murcia para que lo recicle».

Ahora alternan esta tarea con sembrar. «No podemos parar la producción agrícola, porque así las pérdidas todavía serían más importantes; ahora es hora se sembrar hortaliza y no podemos parar», explica Mateu.

«Las pérdidas por el destrozo que hizo la tormenta en unos minutos en infraestructuras y cultivos ronda los 415.000 euros». Espera alguna ayuda. «A los dos días los técnicos de la Conselleria visitaron las instalaciones para evaluar los daños, pero todavía no nos han dicho nada, al igual que los seguros. A las estructuras más viejas no las quieren asegurar, o sea, son todo pérdidas; de las otras veremos que nos darán». Reciben el asesoramiento de la asociación de agricultores Asaja, pero «mientras esperamos alguna ayuda tenemos que ir colocando plásticos para proteger lo que sembramos. Si está agujereado no podemos porque se filtraría el agua o la escarcha y todo serían males: infecciones, hongos, frío… lo tenemos que tener en condiciones para producir y evitar más pérdidas», comenta Mateu, preocupado por la situación, sin perder el ritmo de producción para hacer llegar sus productos a todos los que apuestan por el producto local.