El grupo al completo de la Cofradía Pink Palma con sus camisetas con una zapato de tacón rosa. | Jaime Verd

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En estos tiempos de incontinencia verbal en los que está tan de moda opinar sobre todo, parece que estamos obligados a mojarnos, pero hay un día en el que a los palmesanos no nos gusta nada eso de tener que mojarnos, y es el día 19 de enero, la Revetla de Sant Sebastià. Una semana llevaban las cofradías mirando las previsiones del tiempo y desde hace una lo ponía bien claro: viernes 19 lluvia. Y acertó. Las ganas para que llegara esta fiesta anual no impidieron que los cofrades salieran a la calle desde las 13 del mediodía a disfrutar de los distintos chupinazos (desde el tradicional de Can Vinagre se han ido multiplicando por los diferentes puntos de la ciudad) pasados por agua.

En la calle Oms ya se veían paraguas y chubasqueros creando una masa colorida cantaba a una aquello de «Sa Nostra festa es tot lo dia, Sant Sebastià». La lluvia deslució la peregrinación de estandarte y andas porque todos se fueron lo más rápido posible a sus puntos de reunión para protegerse de la lluvia, y ahí nos fuimos nosotros para acompañar a la cofradía Pink al Oto Café en carrer Socors, lugar estratégico para estar lo más cerca posible de la plaza Lloreç Bisbal, donde todas las cofradías se reúnen para su tradicional encuentro.

En el Oto ya estaba esperando a las chicas Jorge con el local preparado: mesas apartadas para que disfrutaran de un espacio planeado para ellas y vinos listos para un primer brindis. Conforme terminaban sus jornadas laborales iban llegando con sus pañuelos y camisetas orgullosas de su tacón rosa y con muchos besos y abrazos para repartir conforme se iban encontrando. Antiguas y nuevas incorporaciones iban poniéndose al día y conociéndose para seguir después juntas disfrutando de la fiesta. A las 17.15, el murmullo, ya era hora de ir a la plaza a colocar el pañuelo en el brazo de las cofradías, la encargada, Xisca Servera, tuvo que ponerse en marcha.

La lluvia sin embargo retrasó bastante el acto, y hubo varias idas y venidas para comprobar si empezaba o no, finalmente, llegó el momento, pasado por agua por supuesto. La voluntad estaba, pero la lluvia era implacable. Paraguas en mano unas y otras salían hacia la plaza, llena hasta su máxima capacidad, pero no tardaban en volver hacia un local cada vez más abarrotado de gente que huía del agua, pero no de la fiesta. La Revetla es así, una lucha contra el mal tiempo que no amedrentó a nadie y menos a nuestras mujeres de bandera, que pueden con todo. ¡Vivan las Pink!