Sergio San Juan, Àngels Mercer, Maite Arias, Sonia Valenzuela, Pedro de España, Alfonso Masoliver, Quique y Mariano de España y Eduardo San Juan Arias, posando antes de la cena. | Esteban Mercer

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Cada almuerzo, cena, fiesta o lo que los San Juan Arias decidan organizar en su casa de Bendinat resulta una bendición. No hay nombre que se ajuste más a la filosofía de su casa que el que da nombre a la urbanización en la que viven, Bendinat, que significa biencomido. Tal cual o mas o menos como lo cuenta Juankar en tiempos de la Reconquista, se había librado una gran batalla con una gran victoria. Caía la tarde del 12 de septiembre de 1229 sobre Mallorca. El rey caminaba por el campamento en la ladera de Na Burguesa. Y sus hombres aclamaban: «¡Viva Rei En Jaume!».

Sin embargo, sus pensamientos se dirigían hacia el oriente. Miraba a Medina Mayurca. Todavía estaba en manos del enemigo. Aún gobernaba en Palma el valí moro. Aún no se había ganado don Jaime I el título de Conquistador. Se sentó entre su gente. Víspera de la gran victoria, quería estar entre los suyos. Comer con ellos su sencilla y modesta comida. Le tendieron pan negro y ajo. Y el rey lo comió con apetito. Debió de sentarle bien al paladar y al estómago. Pues cuando se levantó satisfecho, pronunció aquella expresiva frase que ha quedado viva en el recuerdo hasta el día de hoy: «Havem ben dinat». El rey se marchó. Las palabras quedaron. Bendinat se llamó en adelante aquel lugar.

Y así se llamó también el castillo que unos años más tarde se erigiría aquí con todo su esplendor. Una bonita historia. Y aunque hubiera sido de otra manera, y todo fuera producto sólo de la fantasía de viejos narradores, sería al menos una bella invención. Puede que tengan razón los eruditos que deducen el nombre de la palabra árabe «ibn dinat». Traducido libremente significa «hijo de imberbe», pero no cabe duda de que es más bella la primera versión.

En casa de Maite y Sergio se come siempre de lujo, los invitados son siempre de lujo y todo lo que nos rodea es de lujo. No un lujo insustancial, más bien todo lo contrario. El lujo en Arias es refinado, cordial, culto y fruto de una experiencia de años trabajando en el. El lujo que se viven en la casa familiar de los Arias sabe a buen champán, a riquísimo foi, al mejor de los bacalaos servido tras una bullabesa sabrosísima y para acabar un solomillo con foi que quitaba el sentido. El postre, una locura, y los turrones, dos. Hubo copas, bailes y mucho humor en la unión de tres familias muy bien avenidas.

Los hermanos Mariano, Quique y Pedro de España de Valenzuela con su señora madre doña Sonia de Valenzuela van Moock-Chaves, los Mercer Palou de toda la vida, Alfonso Masoliver, uno de los grandes nombres de la moda y el lujo de España, y por supuesto los anfitriones, acompañados de su hijo Eduardo, que ha heredado la elegancia de sus padres, y su savoir faire, que no es poco.