Klas Kall y Bárbara Bergman, propietarios de Rialto Living, junto a nuestro anfitrión, Roberto. | Esteban Mercer

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El matrimonio que forman Cecci y Roberto, o Roberto y Cecci, se ha demostrado como perfecto. Ser recibido en su casa y más en estas fechas es un regalo, pues su hogar, elegante y armónico, adquiere durante esta época del año toda la magia que necesitamos, la de los cuentos. La maestra de los agentes inmobiliarios más reputados vive una vida extraordinaria pase lo que pase en el mundo o en su vida, quizás porque recibió la educación pragmática que reciben los aristócratas del norte de Europa.

Aunque a ella no le gusta en absoluto hablar de ello, yo se lo cuento: nació en el seno de una distinguida y aristocrática familia danesa muy cercana a la familia real de ese país donde la Navidad se vive con intensidad. Creció en un castillo cerca del mar preparada para vivir una vida poco común entre los más grandes del mundo. En la sociedad de antes y en la de hoy, menos definida, se mueve como pez en el agua, y como señora que es, se adapta a todo y a todos con una facilidad de la que deberíamos aprender. Es realista y sumamente educada, a veces dura y a veces tierna como una niña.

Disfruta de las fiestas más que nadie y, lo más importante, no se le pasa una. Tendrá sus defectos, como todos, pero no se los conozco. La gente educada no los muestra. En fin, qué les voy a contar de su decoración navideña, solo que es insuperable, y lo mejor, le gusta compartirla. Así que nos reunió a un grupo de amigos para que con su marido disfrutáramos del mejor de los ambientes, dejando las preocupaciones en la calle. Se sirvió buen champán, también buen queso y el foie de la mejor calidad en torno a una mesa baja y cálida que animaba a la conversación y a la diversión.

Nos convertimos en niños, en la noche previa a Santa Lucía, así que con la gracia de Susy Gómez, y arte de performance con sentido la vivimos intensamente. Nos fotografiamos en el árbol decorado en verdes y rojos, hablamos aquí y allá, ocupando la casa, y eso que éramos pocos. Señal de que se está bien en el salón, y también en la cocina, donde la tertulia siempre se convierte en íntimamente divertida. Así que aquí lo dejo, porque he de seguir siendo íntimo de este matrimonio al que quiero desde hace muchos años, y por muchos más.