Visita del general Fulgencio Coll, líder de Vox en Palma, a Son Banya, junto a ‘El Charly’. | Redacción Sucesos

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En los tiempos del ‘Tío Kiko’, patriarca de Son Banya y padre de ‘El Charly’, no se movía un voto que él no lo supiera. Y un avispado político del PP que acabó en prisión encontró en el poblado un filón electoral: Cuentan que cuando había comicios les enviaba varios autobuses, para que pudieran votar en el Coll den Rabassa todos juntos. Y controlados. «Teníamos hasta aire acondicionado, íbamos muy fresquitos», contaba feliz un histórico del poblado. Eran los años ochenta y todo valía.

Durante años, aquel político tan habilidoso como inquietante, que controlaba Palma con puño de hierro, cuidó a sus amigos de Son Banya por pura aritmética electoral: los gitanos eran una sociedad muy jerarquizada y la autoridad del patriarca y sus consejeros era indiscutible. Pero no se limitaba al supermercado de la droga. En muchas otras barriadas había clanes asentados, desde Son Gotleu y La Soledat a Son Ferriol o Foners. Pasando por Son Roca y s’Hostalots.

Familias calés que vivían honradamente fuera del poblado y que interesaban sobre manera al PP porque eran votantes fieles. A través de una asesora ya fallecida el estratega político colocó a amigos gitanos en Emaya, la empresa municipal que siempre ha sido moneda de cambio. La jugada era impecable y durante años la fidelidad de los clanes al PP fue total. Casi devota. Hasta que el pulso entre el alcalde Mateu Isern y el todopoderoso José María Rodríguez empezó a requebrajar aquel engranaje. Aquella maquinaria implacable, por primera vez, daba señales de debilidad. Y en Son Banya, que son de todo menos tontos, tomaron buena nota: El Imperio romano empezaba a languidecer. Ya no había sólo un César.

Años después, cuando Rodríguez fue fagocitado por los suyos, Carlos Cortés ‘El Charly’ era ya un hombre nuevo. Y casi limpio. Tras años a la sombra de su prima hermana ‘La Paca’, a la que odiaba casi tanto como ella a él, se había sacudido de encima el estigma del narco y se prodigaba en actos sociales y asociaciones gitanas. Alto, de pelo canoso y mirada penetrante, ‘El Charly’ era un clásico en el Ajuntament de Palma, donde se reunía con políticos conservadores. Cuentan que el flechazo con Fulgencio Coll, el líder de Vox en Palma, fue instantáneo.

El general, lúcido estratega, desembarcó con sus tropas en Son Banya, en la postpandemia, cuando las familias gitanas se sentían más abandonadas que nunca. Era ese momento o nunca. El robo a mano armada al PP se había consumado. Cuentan que en una de sus visitas Coll exclamó, a lo Patton: «He visto campos de batalla en peor estado que el poblado». La alianza estaba sellada. Y dio sus frutos: en las últimas elecciones autonómicas Vox fue la fuerza más votada en Son Banya. La política Jero Mayans se volcó con él como presidente de la Federació d’Associacions Gitanes de les Illes Balears (FAGIB). ‘El Charly’, y con él los suyos, pensaba en verde, que es el color de los de Santiago Abascal. Quién le iba a decir que sería otro verde el que lo ha sentenciado: el de la Guardia Civil.