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Desde la calle, nada indica que los treinta metros de fachada se corresponden, en realidad, con una sola vivienda. Un palacete fortificado, para ser más exactos. El miércoles por la noche, cuando los agentes de la Guardia Civil asaltaron el búnker de 'El Pablo', quedaron sorprendidos del contraste entre el exterior y el interior. Los portales de ese tramo de la calle Teix son humildes, pero dentro todo rebosa lujo asiático. Casi obsceno.

Los investigadores calculan que Pablo Campos Maya ha fusionado diez casas para construirse una mansión en pleno barrio de La Soledat. Tiene una piscina de cinco metros de ancho por veinte de largo y han instalado un ascensor, a pesar de que solo hay dos alturas. Será por dinero. A pie de calle, camufladas en tejados y entre el cableado, los secuaces de 'El Pablo' han instalado cámaras de seguridad, que controlan todas las esquinas. Quien se acera al fortín, es grabado. Además, tenía un túnel subterráneo para huir de la Policía.

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El palacete tiene más de 1.000 metros cuadrados y un dato curioso es que junto a perfumes carísimos o baldosas traídas de otros países, se acumulan trastos y basura. Como si el morador sufriera el síndrome de Diógenes. También hay bidones metálicos por si hay que quemar los fajos de billetes y la droga en un apuro. Que nunca se sabe con lo quisquillosos que están últimamente policías y guardias civiles.

En una de las casas de Marratxí registradas en la operación 'Jaque Mate' -en la que fue detenido su hijo- se encontró un busto gigante del cantante Camarón, que presidía la entrada. En el palacete de 'El Pablo' son menos mitómanos, que si hubiera que exhibir alguna estatua sería la del fundador del clan, actualmente en prisión. «Allí dentro todo brilla, es muy hortera», resume uno de los agentes que entró en el palacete. Y eso que ya se sabe: sobre gustos no hay nada escrito. «Hay unos dorados y rojos que deslumbran», apunta otro, descartando que la construcción reciba un premio de interiorismo. Tampoco lo buscan.