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La llegada de los tres detenidos acusados de asesinato por la muerte de una bebé en Porto Cristo nos dejó escenas muy peculiares en la calle del Rei Jaume II, sede de los juzgados de Manacor. Con casi dos horas de retraso sobre el horario previsto por problemas burocráticos de la Administración de Justicia, llegó la comitiva de furgones policiales con los arrestados. Desde primera hora de la mañana, algunos vecinos de la localidad aguardaban en primera línea, camuflados entre los periodistas y reporteros gráficos, para ver la cara de la mujer que lanzó a su bebé a la basura.

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«A ver si llegan ya. Tengo 73 años y me duelen los pies de estar aquí tanto tiempo. Podrían ser un poco más puntuales estos de la policía», puntualizaba la mujer, en un mallorquín bastante cerrado. Nada más bajar la madre detenida del furgón policial, con el rostro cubierto por una sudadera, la vecina manacorina gritó «mala pècora», a lo que añadió con una profunda tristeza. «Si no quiere a la niña se lo tendría que haber dejado a las monjas en la puerta del convento o en el hospital. Pero no matarlo», concluyó. Acto seguido, cogió la rebeca que llevaba en el brazo, se la puso por encima de los hombros, porque hacía fresquito, cogió a su compañera y se marcharon.

El pase a disposición en los juzgados de Manacor fue seguido por decenas de medios de comunicación, algunas cadenas de televisión realizaron conexiones en directo y las grandes cadenas nacionales también enviaron a sus corresponsales. La investigación avanza y, según fuentes muy próximas al caso, todo apunta a que el motivo de este macabro caso fue el repudio familiar. El padre biológico de la pequeña estaba en la cárcel y, en la actualidad, fuera de la Isla. La madre se juntó con otro hombre, pero la relación con su familia es muy tormentosa. El inspector jefe de la comisaría de Manacor lo definió a la perfección cuando afirmó que «nunca podremos saber lo que le pasó a esta mujer por la cabeza para hacer algo así». De momento, dos de los tres arrestados están acusados de asesinato al entender la jueza y los investigadores que la bebé estaba viva cuando la dejaron en el contenedor y que existió alevosía para dejarla morir y no prestarle ayuda médica.