Nicola Decandia, junto a su hermano Mario en una imagen cedida por la familia. | R. S.

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Mario Decandia salió de trabajar del restaurante 49 Steps, en la segunda planta del Moll Vell, alrededor de las 00.30 horas del 2 de junio de 2022. El camarero, italiano de 36 años, caminaba por el Passeig Sagrera con dos compañeros cuando un coche de la Policía Local de Palma que se dirigía a una urgencia los arrolló a la altura de la escultura Palma, del artista Pep Llambias. Mario falleció en el hospital Son Espases a consecuencia de las lesiones sufridas tras el atropello y sus otros dos acompañantes sufrieron heridas de gravedad. Hace unas semanas, cuando se cumplió el primer año de su muerte, sus familiares lo recordaron en una iglesia de Italia. Nicola, su hermano, ha enviado una carta a Última Hora en la que reflexiona, con el tiempo transcurrido y la distancia, acerca de lo ocurrido aquella trágica madrugada.

«Hace unas semanas recordamos a Mario con motivo de su aniversario. Ver de nuevo la iglesia llena fue un golpe en el corazón, testimoniando cómo la memoria siempre es fuerte y es posible seguir adelante en la memoria de todo lo que él representó para las personas que lo conocieron, incluidos los amigos de Palma, que se reunieron para compartir parte de su tiempo en esa trágica plaza».

Nicola cuestiona la versión que ofreció el policía acusado por un delito de homicidio por imprudencia grave.«La lectura del informe defensivo, que choca con el elaborado por la Guardia Civil o los testimonios de los compañeros que intervinieron en el lugar del accidente, dibujan un panorama confuso y tambaleante», cuenta el hermano del fallecido en la misiva. «Que quede claro que, como víctimas, respetamos absolutamente el derecho a la defensa como un derecho universal y no sólo nacional. Pero tras pasar un año sin siquiera una disculpa, sin admitir ninguna falta, ni siquiera la más mínima, hace que el desarrollo de la historia sea inquietante y, me atrevo a decir, presuntuoso».

«La culpa», añade en la carta, «se descarga ahora sobre los problemas del coche no apto para circular, la calzada mal iluminada, el asfalto mojado, la falta de señalización adecuada que advierta de los peligros de la vía. Se habla de un agente altamente condecorado, estimado y profesional, que habría trabajado con prontitud para rescatar a los heridos cuando en realidad él mismo se encontraba en un estado total de conmoción incapaz de pensar en sí mismo y mucho menos en los heridos».

El coche de la Policía Local de Palma que arrolló a Mario Decandia en el Passeig Sagrera.
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El atestado de la Guardia Civil indica que el agente circulaba a 81 kilómetros por hora en una zona limitada a 20, pero el policía lo negó y puso en duda el informe del estudio científico elaborado por la Agrupación de Tráfico, que indicaba que circulaba a una velocidad «inadecuada para el trazado y las condiciones de la vía». «Pienso que es excesiva la velocidad que pone». El investigado aseguró en su declaración judicial que no conocía la zona, que la calzada estaba húmeda y que al bajarse para auxiliar a una de las víctimas vio los aspersores en marcha.

Nicola Decandia ha tenido acceso a los informes de los investigadores y muestra su sorpresa por el recorrido del vehículo. «El coche vuela casi 20 cm sobre una acera, choca lateralmente contra una farola que desvía su trayectoria golpeando a los peatones y finalmente derriba un banco (después de leer esto, prueba a mirar el cuentakilómetros a los 60 km/h por curiosidad y dime si es posible combinar tal desastre)».

«Esta historia tiene muchas zonas grises, como la prueba de alcoholemia que, según el informe de la Guardia Civil, se realizó tan solo dos horas y media después en la Jefatura de Policía», sostiene Nicola antes de concluir:

«Cierra un momento los ojos e imagina. Imagina ser despertado en medio de la noche por una noticia tan devastadora, imagina tener que decírselo a tus padres, amigos y familiares. Imagina la distancia que te separa del lugar, del dolor que no te hace pensar, del miedo incluso de tomar un avión para ver a un ser querido encerrado en una habitación fría. Imagínate la lucha burocrática, las complicaciones, la falta absoluta de ayuda de las instituciones, la diferencia de idioma. Imagínate recibir una llamada telefónica después de una semana, mientras el ataúd yace en la bodega de un avión sobrevolando, y siendo preguntado por un intérprete de la policía «¿podemos hacer algo?». Imagínate el enfado, pero también la claridad de entender la falta de empatía y la necesidad institucional de tener que decir algo de todos modos. Finalmente, imagina el esfuerzo de revivir ese dolor día tras día para luchar, para cumplir la promesa hecha de una justicia que todos merecemos, para no dejar nada al azar aunque este esfuerzo te cueste la vida».