La Policía Nacional arrestó al sospechoso.  | Alejandro Sepúlveda

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En 2013, con 16 años, disparó a un agente de la Policía Nacional con una escopeta de perdigones durante una redada y le alcanzó en el cuello. En ese momento se ganó el sobrenombre del ‘francotirador de Son Banya’. Intentó huir a la Península y desaparecer de la Isla, pero fue detenido cuando estaba a punto de hacerlo. Desde entonces ha ido acumulando arrestos y condenas. El pasado noviembre tenía que haber ingresado en la prisión de Palma, pero optó por intentar esquivar a los policías. El ‘juego’ se le acabó la madrugada de este viernes en una discoteca de Son Rossinyol.

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Una patrulla ‘zeta’ de la Policía Nacional, que se encontraba por la zona, lo observó entrar en el establecimiento acompañado de varios familiares. Rápidamente lo reconocieron. Sabían quién era, que debía estar en la cárcel, ya que pesaban sobre él dos requisitorias, una por robo con violencia y otra por lesiones, y lo que había hecho años atrás. Los agentes, sabiendo del carácter violento del sospechoso, pidieron el apoyo de otros compañeros y en unos pocos minutos llegaron varios ‘zetas’ más y miembros de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR). Faltaban pocos minutos para las 2.00 horas.

En ese momento la conocida discoteca se encontraba repleta de gente. Y entre la muchedumbre, el objetivo: J.B. Junto a él, decenas de familiares y amigos. Cuando vio entrar a los agentes el fugitivo se marchó corriendo al baño, donde se encerró bloqueando la puerta. Los policías fueron tras él y le pidieron que saliera para ser identificado. Segundos más tarde lo hizo y utilizó la treta que le llevaba funcionando desde hacía meses cada vez que era interceptado por una patrulla en un control policial. Dijo que iba indocumentado y que se llamaba Luis. Esta vez no le fue bien. No coló. Los funcionarios lo conocían de sobra y fue inmediatamente arrestado. El joven, según fuentes judiciales, no paraba de repetir a los agentes: «¡Se equivocan de persona!».