Imagen de Rob G., holandés en prisión por narcotráfico. | Redacción Sucesos

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A principios de junio de 2017, Rob G., un holandés de 54 años, alto y tatuado con aspecto de Iggy Pop, acudió a las oficinas de Vigilancia Aduanera, en el muelle viejo de Palma.

Estuvo en un despacho de la segunda planta y entregó a los funcionarios la documentación de su lujoso yate, el HCH-X, con bandera de Gibraltar y de 28 metros de eslora. Alardeaba de que era un hombre de negocios en su país y que no necesitaba trabajar más. No sabía que tenía delante a las mismas personas que un año, dos meses y siete días después lo interceptarían con 336 kilos de cocaína en aguas de Balears. La ‘operación Haircut’ había estallado.

El personal de información marítima de Vigilancia Aduanera, en 2016, cruzó informes con otros países y descubrió que el barco del holandés era sospechoso. La tripulación no tenía oficio conocido ni fuente de ingresos. Alguno de ellos aparecía de forma tangencial en operaciones de tráfico de drogas. Los funcionarios abrieron una investigación para realizar seguimientos de la embarcación. Consultaron con el Centro de Coordinación de Operaciones Marítimas del Atlántico (Maoc-N, en sus siglas en inglés) y descubrieron que Holanda también los tenía fichados.

El pasado marzo se reunieron en La Haya e intercambiaron información con la colaboración de la Europol. Los investigadores de Vigilancia Aduanera averiguaron el poder de Rob G. y sus contactos. Lo relacionan con los Ángeles del Infierno en Holanda y con la muerte de un financiero de su país.

Los narcotraficantes holandeses hacían vida de turista en Port Adriano, donde estaba amarrado el HCH-X, construido en Estados Unidos en 1973. Los tentáculos del carismático líder, Rob G., eran muy largos. Tenía los contactos de los clientes en Holanda y trataba directamente con los presuntos proveedores colombianos.

El holandés contaba con una importante capacidad financiera para hacer frente, sin problemas, a los 10 millones de euros que podría alcanzar el valor de la mercancía enviada desde Colombia.

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El capo de la banda compró el barco en Holanda por un millón y medio de euros y lo reformó. Hasta entonces lo utilizaban para paseos por los canales holandeses. No es la típica embarcación de narcotraficantes. A simple vista, parece un viejo cascarón de hierro blanco y gris. Sin embargo, en el interior no falta ni un solo detalle. Es algo barroco, pero dispone incluso de un jacuzzi en el camarote del capitán. Un barco así, en Galicia, llamaría la atención. Los gallegos habrían adquirido un pesquero. El holandés prefería un yate de lujo que pasara desapercibido en Port Adriano, donde pagaba 70.000 euros de amarre al año. Instaló cámaras de seguridad en la popa del HCH-X y un circuito de televisión cerrado para controlar el interior. Dos espejos retrovisores de camión se asomaban por los lados.

Los cinco detenidos, de entre 19 y 54 años, se sentían inmunes en Mallorca. Rob G. buscó a personas de confianza para realizar la descarga. La jugada del pasado fin de semana era la siguiente: Un mercante de Colombia arrojaría los bultos con la droga en aguas de Balears y la tripulación del barco holandés los recogería en la zona de alta mar acordada.

Suspensión

Una zodiac auxiliar introduciría los fardos en el yate y de allí pondrían rumbo a Girona.

Desde Platja d’Aro saldrían hacia Holanda con un todoterreno Dodge cuya suspensión habían modificado para que no se notara que iba cargado. El Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) torpedeó sus planes con un gran despliegue operativo a 15 millas del oeste de Eivissa. Los agentes interceptaron el barco y, ya en el Port de Palma, encontraron parte de la droga en el doble fondo del camarote del capitán. La cocaína, de gran pureza, tiene un valor de 18 millones de euros.

El capo, Rob G., ya no irá a su pizzería favorita de Port Adriano. No pedirá más Martini Rossos ni hará más fiestas en el yate con jóvenes camareras que reclutaba. «Él siempre decía que en el barco nunca faltaría el alcohol, era exagerado lo que había allí», cuenta una de las chicas que acudió alguna vez. El líder de la banda duerme desde el martes en la cárcel de Palma junto a sus cuatro secuaces. Apartado de los lujos del HCH-X, del jacuzzi en su camarote, y de las jóvenes a las que invitaba al barco hasta altas horas de la madrugada.