El empresario Bartolomé Cursach, durante el juicio celebrado este jueves en Palma. | Alejandro Sepúlveda

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El fiscal Anticorrupción Miguel Ángel Subirán ha mantenido este jueves la petición de un año y medio de cárcel para el empresario Bartolomé Cursach por la tenencia ilícita de una carabina del calibre 22 que fue encontrada en su casa durante el registro practicado el día de su detención.

Así lo ha anunciado el fiscal en las conclusiones del juicio celebrado este jueves en el Juzgado de lo Penal número 7 de Palma. El fiscal ha asegurado que el arma se ha introducido ilegalmente en España y ha rechazado que el empresario tuviera la carabina para «fines lícitos» como la caza.

Cursach ha admitido este jueves en el juicio que tenía una carabina debajo de la cama pero ha precisado que nunca ha disparado con ella ni con ninguna: «Jamás pensé en usarla».

El empresario ha dicho que el arma era de un amigo suyo, que estuvo viviendo un tiempo en una caseta de su finca de Puntiró, y cuando falleció, hace entre 8 y 11 años, la encontró entre sus cosas, la llevó a su casa y la metió debajo de la cama, donde fue encontrada en el registro de su domicilio, cuando fue detenido el 28 de febrero del año pasado.

Sobre el día de su detención, y a preguntas de su abogado defensor, Enrique Molina, Cursach ha explicado que fue arrestado en el Megapark y que después de que le leyeran sus derechos designó como abogado a Juan Socías pero éste no estuvo presente ni en los registros ni posteriormente y no lo vio hasta después de 72 horas detenido en el calabozo de la comisaría de Policía.

El hallazgo del arma

Sobre el hallazgo del arma en el registro de su finca de Puntiró, Cursach ha detallado que cuando la policía registraba su dormitorio, encontraron munición en un cajón del vestidor donde guardaba los neceseres de sus viajes en avión y otras «cosas inútiles"; le preguntaron si tenía un arma, dijo que sí y les indicó que estaba bajo la cama.

«Ni me acordaba de que estaba allí, si no ven las balas ni se me hubiese ocurrido que estaba allí», ha explicado Cursach sobre la carabina semiautomática Winchester durante su declaración ante el juez de lo Penal 7, Eduardo Calderón, en el primer juicio que afronta desde que fue detenido en el marco del llamado caso Cursach.

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Ha precisado que fue él mismo quien la sacó de debajo de la cama, si bien los agentes que han declarado después han aclarado que cuando fue a agacharse a cogerla, uno de los policías se lo impidió y la sacó él mismo.

Según Cursach, aunque el arma estaba cargada, no estaba lista para dispararse porque primero hay que empujar los proyectiles con una varilla, y ésta estaba separada de la carabina, no en el interior del cañón.

Sobre el hallazgo de varios cartuchos de distinto calibre en otro de sus domicilios, en Palma, ha explicado que los compró para que el payés que cuidaba de la finca disparase a los nidos de procesionaria de los pinos, pero no llegó a entregárselos porque su mujer se lo prohibió, dado que el guardés «bebía mucho».

La defensa de Cursach ha entregado al inicio del juicio un permiso de armas del empresario, del año 1982, caducado, que el magnate ha explicado que sacó porque le gustaba acompañar a unos amigos cuando salían a cazar, para merendar con ellos, y le animaron a obtenerlo. Nunca lo renovó.

Petición de ayuda a una inspectora

La inspectora de policía que instruyó la detención de Cursach y los registros ha precisado que la carabina la sacó de debajo de la cama uno de los agentes, que dijo en voz alta que el arma era una carabina del calibre 22 que estaba municionada y lista para el disparo. Ha relatado que cuando continuó el registro en el vestidor, Cursach se le acercó y le pidió «bajito» que «si le podía ayudar con el tema del arma», a lo que le respondió que «era el menor de sus problemas» ya que le investigaban por numerosos delitos.

Otro de los agentes que ha comparecido ha explicado que el empresario les dijo: «Ayudadme un poco con esto».
Posteriormente, en otro momento del registro, se volvió a acercar a la inspectora y a otro agente y justificó que tenía el arma para su defensa, porque la finca es muy grande y en ocasiones «estaba solo y tenía miedo».

El agente de la policía científica que analizó el arma ha explicado ante el juez que no tenía cartucho en la recámara cuando le fue entregada y que para probarla realizó 6 disparos sin ningún problema.