El empresario Bartolomé Cursach, durante el juicio celebrado este jueves en Palma. | Alejandro Sepúlveda

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El empresario Bartolomé Cursach afronta este jueves su primer juicio en el Juzgado de lo Penal número 7 de Palma acusado por la Fiscalía de tenencia ilícita de armas. Durante su declaración, Cursach ha reconocido que la carabina del calibre 22 apta para disparar sin la correspondiente licencia que localizó en su vivienda el día de su detención, ahora hace un año, es suya aunque ha querido aclarar: «Soy animalista, no mato».

Sobre la adquisición y el origen del arma, Cursach ha comentado que era de un amigo suyo que se instaló en una caseta de su finca de Puntiró, y cuando falleció, hace entre 8 y 11 años, la encontró entre sus cosas, la llevó a su casa y la metió debajo de la cama, donde fue encontrada en el registro de su domicilio, cuando fue detenido el 28 de febrero del año pasado. «Ni me acordaba que la tenía», ha asegurado.

Preguntado por los cartuchos que se localizaron en otra de sus viviendas registradas, el empresario ha explicado que «eran para la procesionaria», pero que no llegaron a usarse.

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La defensa del empresario ha aportado un permiso de armas caducado del año 1982. Sostiene que se lo sacó porque le gustaba acompañar a unos amigos cuando salían a cazar, para merendar con ellos, y le animaron a obtenerlo.

El fiscal pide un año y medio de cárcel para Cursach y que se prive al empresario de la tenencia y porte de armas durante cuatro años.

La inspectora de la Policía Nacional que dirigió el registro en la finca del empresario Bartolomé Cursach ha declarado que éste se le acercó para pedirle «en voz muy baja» si «por favor» le podía «ayudar con el tema del arma», inmediatamente después de que encontraran una carabina del calibre 22 en su dormitorio.

La inspectora ha explicado este jueves, durante el juicio por tenencia ilícita de armas, que entonces ella dio un paso atrás y dijo «en voz alta» que «el arma era el menor de sus problemas» y que se la iban a llevar para verificar si era legal.