Nora Ayala, la adolescente fallecida, en una imagen familiar.

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Nora Ayala tenía 16 años cuando su padre la encontró tirada a dos metros de la puerta de su casa. La adolescente había salido a las nueve de la noche de casa. Su madre recuerda que no la iba a dejar salir. «Ya había estado fuera por la tarde, pero me dio pena. A las once tenía que estar de vuelta». Cuando llegó esa hora y no llegaba, los padres se empezaron a preocupar.

«Nunca llegaba tarde». A las doce menos veinte, su padre, José Miguel García, decidió ir a buscarla. Nada más abrir la puerta se encontró con ella muerta: «Tenía la cara llena de sangre, pensamos que la habían pegado y la habían dejado allí». Era el domingo 25 de septiembre de 2011. Seis meses después, el Cuerpo Nacional de Policía detuvo a ocho personas en la ‘operación Nancy’ por formar parte de una red dedicada a prostituir a menores cuya voluntad conseguían doblegar con una adicción a las drogas que ellos mismos crearon. «Mi hija se nos fue en seis meses porque cayó en manos de una red organizada», sintentiza el padre de Nora.

La red captaba a las adolescentes en el parque del Otta. Allí fue donde los familiares de la menor vieron por primera vez a la principal acusada, Eva María Vera. «La llamaba mucho y una vez la ví con ella y su hija pequeña», explica Teresa, la madre de Nora. La víctima les explicó que le gustaba estar con la mujer –que tenía 36 años– para jugar con la hija pequeña de ésta. Al día siguiente de la muerte de la joven comenzaron a pensar que algo raro ocurría.

Llamada

La ahora acusada llamó a Noemí, una prima de Nora que recuerda que «estaba muy nerviosa» y que daba explicaciones incoherentes. En el tanatorio las sospechas aumentaron porque la familia comenzó a escuchar comentarios extraños.

La familia de Nora comenzó a investigar el ordenador y el teléfono de la fallecida. Descubrieron que había recibido hasta 88 llamadas de teléfono de los miembros de la red en un solo día. El Facebook, cuya contraseña consiguió otra prima de Nora, también dio más pistas de lo ocurrido. La policía actuó.

Con todo, Francisco José lamenta que no se haya podido acusar por homicidio a los responsables de la muerta de su hija. Sostienen que hay elementos extraños como que la joven hubiera tomado drogas ese día cuando el domingo era una noche que siempre pasaba con su madre, o que tuviera la llave en el bolso cuando «siempre la llevaba en la mano». Además llevaba encima cincuenta euros que la familia no sabe de dónde sacó.

Nada extraño

Los meses antes de la muerte de Nora los padres apenas notaron un comportamiento extraño en ella. Explican que mantenía sus horarios. «Nunca he notado que viniera drogada ni nada. Estábamos centrados en los estudios, en que terminara la ESO. Empezó a no querer ir a clase y la obligábamos, ‘mira que para poder trabajar tienes que acabar la secundaria’», recuerda su madre. Lo único fue su repentina amistad con Eva y dos episodios aislados. «Un día el padre se la encontró en las escaleras llorando. No quería salir a la calle», explica la madre. En otra ocasión la adolescente se escondió debajo de la cama. Tras lo ocurrido los padres tuvieron que someterse a tratamiento psicológico. Contaron con el apoyo de dos sobrinas que vinieron a vivir con ellos desde Cádiz, Noemí y Cristina. «Estaban muy mal y nos recomendaron que no estuvieran solos», explican. La familia recuerda que Nora era una chica «muy inocente», dispuesta a ayudar. Se acababa de matricular en una escuela de estética. «Le hacía mucha ilusión», coinciden sus familiares.