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Lucía Iglesias, la joven de 19 años de edad acusada de matar a su padre el pasado lunes en su domicilio de la calle Fornaris, en el barrio de la Soletat, ingresó anoche en la prisión de Palma. La mujer, que estaba completamente destrozada por los acontecimientos que le estaban ocurriendo, prestó anoche declaración ante la juez de guardia, Piedad Marín, y explicó que actuó en legítima defensa.

La mujer, defendida por el abogado Carlos Portalo, no quiso declarar ante la policía, ya que llevaba dos días encerrada en los calabozos y no había parado de llorar durante todo este tiempo. Ante estas circunstancias la juez pidió a la policía que le presentara a la detenida. La declaración se prolongó durante casi una hora, y concluyó poco antes de medianoche. Lucía no paró de llorar y señaló que el lunes, sobre las dos de la tarde, cuando su madre y ella regresaban a su domicilio, su padre, José Iglesias, les estaba esperando con un cuchillo en la mano.

La joven, que físicamente es una chica de estatura baja y muy delgada, manifestó a la juez que «quería matar a mi madre», en alusión a la discusión que se inició cuando las dos se presentaron en el domicilio después de ir a buscar al colegio a un hijo de una hermana de Lucía. La detenida se mostró muy afectada y dio muestras, más que evidentes, de que estaba arrepentida. Sin embargo, reconoció que fue ella quien logró evitar que su padre agrediera a su madre, arrebatarle el cuchillo a José Iglesias y acto seguido se lo clavó en el abdomen. El forense ha determinado que la víctima presentaba hasta un total de 35 puñaladas producidas por un cuchillo que se encuentra en poder de la policía.

La detenida señaló en su declaración, en la que no paró en ningún momento de llorar, que no era la primera discusión grave que iniciaba su padre. Según se ha podido comprobar, a José Iglesias le diagnosticaron hace más de dos años un cuadro de esquizofrenia y, según parece, el hombre no era muy estricto a la hora de tomarse la medicación que le recetaba el médico. Por ello, según su hija, los episodios de violencia se repetían con frecuencia en los últimos meses, si bien toda esta situación sólo se conocía en el ambiente familiar, puesto que ningún vecino había notado nada extraño en el comportamiento de José Iglesias, salvo que se le notaba bajo de ánimo y deprimido.