Imagen de la basura arrojada fuera de los contenedores. | Abú Yahya

La urbanidad y la convivencia se rigen por un conjunto de reglas y normas legales, éticas y estéticas, que absolutamente todos deberíamos acatar. Por desgracia no ocurre así siempre, y ello provoca malestar en una gran parte de los ciudadanos. Esta circunstancia se produce repetitivamente en zonas comerciales de nuestra ciudad, en la que algunos sectores creen tener más derechos y menos obligaciones que otros, me estoy refiriendo a los comerciantes, y no precisamente a los pequeños comercios, sino a las grandes superficies y franquicias que todo lo abarcan.

Dada la gran aglomeración comercial parasita al centro comercial de avenidas, todos los desechos acaban en los diez contenedores ubicados en la sufrida calle de Gilabert de Centelles (cantidad totalmente desproporcionada para tan breve vía), pero no crean que en su interior, sino esparcidos en sus alrededores, como es el caso que nos ocupa. Una de esas grandes firmas, la gallega que se vanagloria de su gran incremento de beneficios durante el último año, podría tener la decencia de hacer la vida de sus vecinos un poquito más agradable. No cuesta nada doblar los embalajes e introducirlos en los contenedores, y si estos ya están llenos, llevarlos al contenedor más próximo, y si también está lleno, llamar al 010, que muy gustosamente atenderá la demanda. La norma es sencilla, quizás demasiado para quienes únicamente confiesan el mercantilismo.