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Un conocido psiquiatra comentaba no hace mucho las claves para tener una vida serena. Me gusta que uniese el adjetivo «serena» al concepto «vida» porque realmente la serenidad, a veces poco valorada por algunos, significa paz interior, plenitud, y buen hacer.

Entre los diferentes puntos que destacaba, señalaba uno que me llamó la atención. Dijo: «el orden». Ser ordenado facilita serenidad a la vida. No puedo estar más de acuerdo. El orden tendría que ir de menor a mayor: mi armario está ordenado, porque mi habitación está ordenada, porque mi casa está ordenada, porque mi cabeza está ordenada. Si nos rodeamos de armonía y equilibrio, suele ser porque nuestro pensamiento es equilibrado.

Es algo muy sencillo. Sin embargo, muchos no lo entienden. Extrapolemos la idea y razonemos: mi calle está ordenada (sin suciedad, ni grafitis), porque mi barrio está ordenado, porque mi ciudad está ordenada, porque sus ciudadanos son personas responsables y civilizadas. El orden no es una cuestión de limpieza y estética, sino que va mucho más allá. El orden es confort, necesidad de armonía, mente despejada, y ganas de aportar nuestro granito de arena al mundo. Un mundo que queremos mejor y que depende de muchos millones de granitos de arena para avanzar. Y no valen las excusas. Ya sabemos que el ser humano es rico en ardides y engaños. Si alguien afirma con rotundidad que tiene su propio orden en el desorden, es decir que se aclara en su particular síndrome de Diógenes, no lo creáis. Son solo excusas para defender lo indefendible.

Tengo amigas muy desordenadas. Les gusta vivir en una sala donde ninguna silla está libre (en cada una hay montones de ropa), tienen que abrir los armarios con cuidado para que no se produzca un desprendimiento de prendas por el suelo, se ponen el pijama dejando un reguero de ropa sucia por el suelo. Dicen que odian la rigidez del orden: sus imposiciones que consideran un tipo de esclavitud. Sus casas duelen al mirarlas porque no diferencian lo bello de lo feo, ni lo útil de lo innecesario, ni lo imprescindible de fútil. Me pregunto si sus vidas también son así.