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Desde la Antigüedad los sabios han buscado el elixir de la eterna juventud, una ambición que los alquimistas de la Edad Media sublimaron con la persecución del Santo Grial, la piedra filosofal, sustancia milagrosa que logra convertir cualquier metal en oro y proporciona la inmortalidad. De esas leyendas o, quién sabe, realidades ocultas, nos hemos alimentado desde la infancia quienes gustamos de los libros. Pero además del aura mística, detrás de estas cuestiones hay asuntos pragmáticos. Cosas del ego. Los grandes millonarios del mundo desean vivir más, quizá eternamente. Se creen tan importantes y valiosos que apuestan buena parte de su fortuna en investigaciones que podrían ganar a la muerte, aunque solo sea unos cuantos años. Mi padre, anciano, enfermo y poco antes de morir, confirmaba esta visión de la vida de los que tienen aún mucho que hacer, disfrutar o conseguir: «Daría todo lo que tengo por vivir un día más». Jeff Bezos (60 años), Elon Musk (52), Sam Altman (38) y Mark Zuckerberg (39) son algunos de los elegidos que andan tras la fuente del elixir de la vida, hoy menos mitológica y ocultista y más científica. Invierten en investigaciones que combinan terapias génicas, medicina celular regenerativa e inteligencia artificial que podrían lograr lo inesperado. En sus sueños, esto podrá aportarles diez años más de vida cuando alcancen la barrera de la vejez, pero no convertidos en octogenarios decrépitos y dependientes, sino en hombres saludables tanto en el cuerpo como en la mente. El objetivo quimérico del fundador de Facebook es descubrir la cura para todas las enfermedades a finales de siglo. Y para eso, claro, tendrá que seguir vivo muchos años más.