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Miles de policías y guardias civiles de toda España se manifestaron en Madrid para exigir su equiparación con las condiciones laborales de los cuerpos autonómicos y unas pensiones dignas. Desde hace meses vemos lo mismo entre funcionarios de la Justicia, enfermeras, agricultores y ganaderos, maestros, sanitarios… y una de las viejas demandas de las feministas cada 8-M desde hace un siglo es la igualdad salarial y la equidad entre hombres y mujeres. Ninguna de esas movidas tiene entidad suficiente como para hacer tambalear a un gobierno y parece que las huelgas generales han pasado a la historia, por lo que las movilizaciones se quedan en simples pataletas.

Pero detrás de ese escenario reivindicativo y peleón, la realidad muestra que el común de los mortales lo que quiere es más pasta. No por avaricia o porque deseen darse unos lujazos que no le corresponden, sino porque, sencillamente, así no se puede vivir. Lo estarán comprobando los cientos de empresarios mallorquines que intentan cuadrar sus plantillas para la temporada turística: no consiguen trabajadores suficientes porque los salarios no dan para vivir. Hay muchos problemas asociados a este asunto y seguramente los empresarios no sean responsables de todos ellos, pero a pie de calle un sueldo normal no alcanza para pagar el alquiler de un piso sencillo o la hipoteca rampante que nos tiene atrapados a más de uno. Todos los servicios se han encarecido de manera pornográfica en los últimos años y aunque los salarios hayan crecido un poco, no basta. Si la solución obvia es pagar más, la consecuencia indeseada podría ser que miles de empresas se fueran a pique o, quizá, solo que sus dueños vieran minados sus beneficios.