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Un estudio científico acaba de descubrir una estrecha relación entre la afición al golf, a la jardinería y a la carpintería con el desarrollo de una enfermedad tan terrible como la ELA. A priori pensé que había entendido mal la noticia, porque todos sabemos que el golf es una saludable práctica al aire libre, un deporte suave, apto incluso para las personas mayores, algo parecido al jardín, donde uno puede gozar de la belleza y la calma de esos entornos idílicos. Lo de la carpintería me tenía un poco más intrigada. ¿En qué medida esas tres actividades podrían degenerar en una grave dolencia? ¿Por las posturas, por el contacto con la madera? Tuve que leer el artículo hasta el final para entenderlo y el resultado es… demoledor. Porque en esto también manejamos ideas más propias del siglo XIX que de la época en la que vivimos. Y es que la causa de que estas tres en principio magníficas aficiones acaben provocando una esclerosis lateral amiotrófica no es otra que la contaminación por los pesticidas que empapan el campo y el formaldehído que se utiliza en la industria maderera. Es decir, recorrer a buen paso las praderas de un campo de golf, respirar el aire libre y oxigenarse mientras se practica un suave deporte no es ya sinónimo de salud, todo lo contrario. Porque esa tierra que pisas durante horas está tan contaminada que es como meterte en un campo minado. Algo parecido puede decirse de tu jardín, plagado de pesticidas y fertilizantes químicos que acabas inhalando durante largos períodos de tiempo. Las colas, barnices e incluso los tableros contrachapados y las maderas prensadas que utilizas para construir un bonito mueble contienen veneno puro. Ese es el mundo aterrador que hemos creado.