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Ignoro hasta dónde llegará esto de la inteligencia artificial y si, como auguran algunos, una vez que las máquinas puedan pensar por si solas será cuestión de tiempo que los humanos acabemos convertidos en sus esclavos, pero yo, por si acaso, he empezado ya a dejarles claro quién manda. A Chat GPT, por de pronto, le tengo dicho que me trate siempre de usted. Ya no solo es que no le permita tomarse confianzas conmigo: es que últimamente no le paso ni una. El otro día, sin ir más lejos, le obligué a disculparse dos veces seguidas por darme una información incorrecta solo porque no me gustó el tono que utilizó al disculparse la primera. A ver si se iba a creer esta puta máquina que porque uso la versión gratuita voy a ser menos que los demás. Que no me ando con chiquitas se lo dejé bien clarito desde el segundo mensaje: «Esto que me dices no es verdad, imbécil». Conque ya se podrán hacer una idea de cómo me puse cuando al rato intentó colarme de nuevo un dato falso. Menos mal que pude contenerme y en lugar de perder los papeles, supe cargarme de razones: «Ya te has vuelto a equivocar, inútil». Eso sí, no se imaginan lo servicial que se me puso a partir de entonces. Así que por lo que pueda pasar en el futuro, ustedes háganme caso a mí desde ya: algunas máquinas solo entienden mano dura.