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Hay cuestiones que nos diferencian de la sociedad, la cultura o el modus vivendi de otras latitudes, a pesar de que, en teoría, compartimos capitalismo, consumismo, respeto a los derechos humanos y democracia. Nos llega la noticia -cotilleo más bien- de una mujer estadounidense que había reducido al máximo su vida social para conseguir ahorrar doscientos mil dólares y, después de lograrlo, ha sentido que no valía la pena porque se había perdido grandes cosas, como fiestas, reuniones con compañeros de trabajo o viajes. Desde nuestra perspectiva española, nos parece que esta mujer ha debido de pasar décadas, quizá toda su vida laboral, para reunir semejante cantidad de dinero. Aquí no lo lograríamos ni siquiera permaneciendo encerrados en casa, comiendo arroz hervido 365 días al año y guardando dinero desde los 23 hasta los 65 años. ¿Verdad? Conseguir la mitad ya es un Everest que alcanzan muy pocos, solo quienes gozan de unos ingresos muy generosos y tienen una gran formación financiera. Entonces es cuando llega la gran sorpresa. La noticia revela que la mujer, una chica de 27 años, ha llegado a esa situación tras pasar cuatro añitos relativamente aislada para no gastar dinero en callejeo, bares y restaurantes. Es decir, comenzó al inicio de su carrera profesional, recién salida de la universidad, y cuatro años después ya era, como quien dice, rica. ¿Cómo es posible? Ahorraba el 75 por ciento de sus ingresos, puntualiza. En nuestro entorno mileurista cualquier joven de su edad con semejante disciplina lograría, a lo sumo, juntar cuarenta mil euros. Recordemos esta anécdota cada vez que algún político clame a los cuatro vientos la magnífica marcha de la economía, local, autonómica o nacional.