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La inteligencia siempre estuvo muy mal vista y prueba de ello es que la artificial, en poco tiempo y a su tierna edad, ha conseguido suscitar un rechazo superior al acumulado por la natural en siglos, además de muy mala prensa y refunfuños planetarios. Esta jodida IA va a acabar con nosotros, nos hará pedazos, masculla media humanidad mientras clama por su regulación. La UE ya está en ello y supongo que regular la IA es hacerla más tonta, a fin de que sea menos artera y peligrosa. Es decir, el remedio clásico, lo que llevamos haciendo desde la prehistoria con la inteligencia natural de la gente (de quien la tenga), porque gobernar, ordenar y dirigir a tontos, exprimiéndolos y sacándoles todo el zumo, es mucho más fácil que hacerlo con listos. Los listos suelen ofrecer cierta resistencia a las monsergas dominantes, cuesta venderles necedades carísimas. Lo cierto es que la inteligencia, natural o artificial, siempre ha sido muy molesta para los que mandan, que han tratado de reducirla por todos los medios (regularla), o cambiar el significado de la palabra inteligencia con la creación de los infaustos Servicios de Inteligencia (agencias de espionaje), y más modernamente, calificando de inteligentes a tostadoras, frigoríficos o automóviles. La verdad es que el mundo, y no digamos el clero y las finanzas, siempre estuvo contra la inteligencia, pero no se atrevían a decirlo abiertamente (¡Muera la inteligencia!) por escrúpulos culturales. Ahora, con la excusa de IA y aprovechando que no se habla de otra cosa, todo el día con la inteligencia por aquí la inteligencia por allá, ya se puede proclamar sin tapujos nuestra vieja prevención, cuando no aversión, a los excesos de inteligencia. La urgencia de regularla preventivamente. Una larga batalla. Como la mía hace tiempo que está en ruinas, pero unas ruinas muy diferentes a las que poetizó el capullo de Gil de Biedma, más estéticas, puedo aceptar que, en efecto, la inteligencia suele ser un engorro. Con sus pros y sus contras, pero engorrosa. Lo que tampoco justifica tanta inquina. Porque si la inteligencia siempre estuvo mal vista y hasta perseguida, ahora que tenemos dos variedades, la ojeriza se ha duplicado.