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La noche del 1 de agosto de 1936 la leyenda del ciclismo mallorquín Miquel Bover pidió clemencia a sus verdugos. «Ponte a bien con Dios», le contestaron, mientras le apuntaban con varios fusiles. La decisión estaba tomada: iban a asesinarlo. Sin pensarlo, salió corriendo en la oscuridad del bosque bajo una lluvia de balas. Solo una le hirió en el brazo. Corrió y corrió, como cuando consiguió el récord de España en pista, hasta que alcanzó la carretera. Detuvo a las bravas el primer coche que apareció y, con todo en contra, llegó al hospital. Había salvado milagrosamente la vida.

Miquel Bover Salom era de Son Sardina (Palma) y es el único campeón de ciclismo de la historia de España en todas las especialidades. Entrenaba cada día a las seis de la mañana en el velódromo del Tirador, en Es Fortí, y durante una década su bicicleta marca ‘Bibiloni’ nunca fue batida en carreras de persecución e individuales. Era el Induráin de los años veinte.

Al comenzar la Guerra Civil, tenía 40 años y vivía en Establiments su retiro como leyenda del deporte a nivel nacional. Como tenía más tiempo, en los últimos años había dedicado tiempo a la política y militó en partidos de izquierda. Comenzó a escribir artículos en la revista satírica antifascista Foch i Fum y fue endureciendo el tono. No se mordía la lengua. A los caciques y fascistas los tildaba de «caníbales malolientes», «cerdos», «negreros», «tenorios frailudos» y «perreros impuros».

Como ha publicado el historiador Manel Suárez, una noche se presentaron en su casa seis hombres para llevarlo a la prisión de Can Mir, un antiguo almacén donde hoy está el cine Augusta. Por el camino, antes de llegar a Palma, se desviaron hacia un bosque para darle el paseo. Sus robustas piernas, la providencia y un conductor espontáneo le permitieron escapar de una muerte segura. El hospital se convirtió en su refugio. El médico se negó a darle el alta durante más de un año porque un grupo de falangistas le esperaba fuera para rematarlo. En noviembre de 1937 volvió a su casa para ser de nuevo detenido y, esta vez sí, encerrado en Can Mir. Un juez investigó su intento de asesinato, pero nunca detuvieron a nadie.

Miquel sobrevivió a la guerra y volvió definitivamente con su mujer y sus cuatro hijos. Tres de ellos se dedicarían también al ciclismo. Uno murió en accidente entrenando en la pista del Tirador en 1940. Otro, Miquel Bover Pons, llegó a ganar una etapa del Tour de Francia y murió de accidente de tráfico con tan solo 37 años.

En 1953, en una pirueta macabra del destino, el nombre de Miquel Bover Salom apareció en grandes titulares del diario oficial de la Falange: «El que fue campeonísimo habla para los lectores de Baleares». Los años le habían vuelto a convertir en una leyenda y le organizaron un sentido homenaje.
Miquel murió en 1977 con 81 años de edad. En la última etapa de su vida regentó un taller de bicicletas en la calle Manacor, entonces llamada ‘Héroes de Manacor’ en homenaje a los caídos franquistas. Los ciclistas que le trataron recuerdan que «en aquellos años nadie iba a verlo. Estaba muy solo, aunque había sido un fuera de serie, el campeonísimo». Una pequeña calle de Son Sardina lleva su nombre.