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Sant Sebastià es el patrón de Palma. Lo celebramos a lo largo de esta semana pero su día es el próximo sábado. Una leyenda documentada sostiene que en el siglo XVI los habitantes de Palma invocaron la intercesión del mártir cristiano y éste protegió a la ciudad de una peste. Por eso, desde tiempo inmemorial, su recuerdo nos recuerda que en tradiciones como ésta encontramos elementos fundamentales de la identidad palmesana. Algo, lo de la identidad, que ha perdido fuerza con la llegada de la globalización humana que deambula por nuestras calles. Tal vez ésta sea la razón por la que los políticos de última generación se tienen que esforzar al máximo para mantener vivas muchas tradiciones en vías de extinción.

Sant Sebastià es uno de los santos más populares del martirologio cristiano. Protector de más de medio centenar de pueblos y ciudades españolas, lo encontramos también al frente de patronazgos en numerosas poblaciones latinoamericanas. En todos los casos, el converso centurión romano del siglo III, ejecutado por sus correligionarios militares, aparece como salvador de pestes y epidemias de las poblaciones de las que hoy es santo patrón. Eran otros tiempos, cuando los coronavirus medievales se solucionaban invocando al santoral cristiano. Hoy, sin embargo, a quienes invocamos es a los políticos de poca fe, convencidos de que también ellos son capaces de hacer milagros.

Hace unos meses se conmemoraron los quinientos años de la llegada de la reliquia del santo a la Seu. Porque, aunque no figura en el programa de fiestas y festejos municipal, la visita a la Catedral tendría que ser el comienzo de los actos públicos de nuestro patrón. Yo aprovecharé la ocasión para visitar
la reliquia y pedirle un nuevo milagro, que nos libre de la peste de la política que nos asola. ¡Felices fiestas de Sant Sebastià!