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En estas fechas en que algunas personas tenemos el privilegio de vivir el espíritu navideño, mientras otros están hundidos en el dolor por cualquier circunstancia, guerras, hambre, la distocia familiar, soledad, enfermedad o cualquier otro. Y en un momento en el que la desesperanza y el miedo atenaza nuestra existencia por culpa de los gobernantes mundiales que nos están llevando a guerras, violencia y espíritu de odio y dolor. Me gustaría rendir homenaje a mis héroes, aquellos que te ayudan a creer en el ser humano y te reconcilian con la humanidad. Los padres de aquellas personas con alguna discapacidad. He dicho personas porque es hora de regular el lenguaje discriminatorio y humillante. Aquellos que la padecen no son esquizofrénicos, paralíticos cerebrales u otros, son por encima de todo personas. Los padres de estas personas representan la máxima expresión de la generosidad, el amor incondicional, la ternura, abnegación, sacrificio y todos los calificativos inherentes a la grandeza del ser humano. Tengo el privilegio de conocer por razones profesionales y familiares y por tanto puedo asegurar que el ejemplo que me han dado, lo que me han enseñado, es una bendición de Dios. He visto auténticos ángeles en la tierra. Me decía mi madre, a una pregunta mía. Le pregunté si creía en los milagros y me contestó con seguridad, claro hijo. Acaso no lo es que después de la noche amanezca un nuevo día, o que de una semilla nazca una personita maravillosa con una nueva vida. Para mi es otra forma de milagro que en un mundo decrépito existan personas con conductas ejemplares.

Cuando un padre recibe la noticia de que el hijo que ha nacido tiene una discapacidad, se hunden, el miedo y en muchos casos con sentimiento de culpa. Atenazados por el dolor se sienten abatidos y perdidos. En poco tiempo practican lo que ahora llamamos resiliencia, les entra una energía vital, un nuevo espíritu. Renuncian a lo que sea para que su amadísimo hijo sobreviva y posteriormente para que tenga lo mejor. Esto puede pasar desapercibido para el resto de personas. Pero los que tenemos el privilegio de haberlo vivido es una lección de vida. Vivimos en un mundo de prisa, adrenalina, falto, en muchas ocasiones, de empatía. Navegamos en aguas equivocadas, tener más que ser, sustituir el sentir por hedonismo, etc. Pero ellos siguen en su único valor, amar y colmar de atención las necesidades de su hijo. Gracias de corazón por vuestra enseñanza. Tomemos ejemplo de ellos y tendremos un mundo mejor. Feliz Año Nuevo.