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En Navidad, todos son expectativas y deseos. A ver si me toca el Gordo. Qué regalo me traerá Papá Noel. Quién vendrá a la cena de Nochebuena... Incluso te tumbas en el sofá a ver una película con las mejores críticas posibles («excelente», «obra maestra», «te encogerá el corazón»...), la estufa, la manta de la abuela y unas expectativas como si te fuera la vida en ello... Y llega la decepción. Me pasó el otro día con una de Julia Roberts, Ethan Hawke y Kevin Bacon (un cartel de lujo) que acabé de ver mientras esperaba una genialidad del director o algo interesante que nunca llegó. Otra expectativa que acaba (como casi todas) con un desengaño. Por eso no soy amigo de las expectativas. Que en la Lotería de Navidad me toque el reintegro, que Papá Noel me traiga el libro que he pedido y que a la cena de Nochebuena venga el cuñado que quiera... Eso sí, que no me hable de sus expectativas.