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De un tirón, el puente, suma fiestas, la civil y la religiosa. No nos quitamos el sayo de la última ni en un siglo de democracia. ¿Democracia, dices? Semana de interruptus, muchos haciendo maletas, hatillos de vuelos low cost, mochilas, en siete días que este año quiere concluir la semana de puente hoy 10 de diciembre celebrando los derechos humanos. ¿Derechos humanos, dices?

No me preguntes qué me pasa. Me pasa que hay guerra por todas partes, violencias a diario. Palestina en mi corazón roto, Ucrania devastada, los colmillos ensangrentados del poder, de un lado y del otro se ceban sobre la presa, la muerden una y otra vez, desgarran sus tendones, quiebran los músculos, hasta roer el hueso. Alimañas que hablan idiomas, con tacón y corbatas, con sonrisas ganadas a un blanqueo artificial y eficaz. No paran de sonreír.

Yo no paro de pensar en esa mujer de un pueblito de Perú, lindo me dice, a miles de kilómetros de esta ciudad donde la codicia de los unos ha hecho mella en los otros. Otros migrantes le alquilan la habitación en un piso compartido con otros desgraciados y donde a partir de las 20 horas no les dejan cocinar ni tirar de la cisterna porque el niño se puede despertar. Paga 350 euros por una habitación con baño compartido. Pasa hambre porque llega cansada de trabajar más tarde de las 20 horas, y ya no puede prender el fogón. Me lo cuenta sin acusar a nadie. Una lágrima minúscula surca un rostro hermoso y triste.

Leo en la prensa que un policía local, un funcionario público, se ha estado lucrando alquilando trasteros, de 8 a 15 metros cuadrados, sin luz ni ventilación, a inmigrantes en situación irregular. Les cobraba entre 300 y 750 euros al mes. No satisfecha su avaricia, colocó un dispositivo para controlar el gasto de luz que él falseaba para cobrar lo que le daba la gana. Los encadenaba prometiéndoles el empadronamiento. Esto sucede aquí, en esta ciudad donde se está permitiendo que la especulación se cebe en toda la escala social. El ejemplo cunde. Son demasiados los implicados en el lucro. Casas vacías, los sin techo en la calle, alquileres solo en vacaciones, trasteros como viviendas, ratoneras para los más pobres, los sin papeles, ese sobresueldo de muchos, esa codicia asesina. ¿Democracia, dices?

Lea Ypi da en el clavo: «La libertad a veces es solo propaganda sobre la libertad». La filósofa destapa con una lucidez inusual en estos tiempos de estados de opinión creados en las redes la falta de conexión entre los hechos y las ideas, la propaganda, la publicidad y la realidad. En una entrevista a El diario.es dice: «Las fronteras son sólo un problema cuando reflejan asimetrías de riqueza y poder». Kantiana de raíz, recuerda aquello de que «una injusticia en una pequeña parte del mundo provoca impactos en todas partes». Ella asiente. La escucho en la radio decir lo que no deberíamos olvidar: «No es posible aislarse, pensar que se puede vivir una vida libre en un mundo que es opresivo para la mayoría».