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Las ficciones audiovisuales o narrativas suelen anunciarse alardeando de que en ellas nada es lo que parece, excitando así la curiosidad de espectadores y lectores, generalmente más que hartos de que en su vida diaria, lo que se entiende que es la realidad, casi todo sea siempre exactamente lo que parece y siga siéndolo por más vueltas que le des. Eso tan parecido a un gusano es un gusano y si en cambio se parece a una hilera de tanques, es porque es una hilera de tanques. Esta similitud entre la cosa y la apariencia suele resultar bastante exasperante, genera mucha amargura y de ahí la necesidad de ficciones en las que nada es lo que parece. Permiten albergar la esperanza de que tal vez eso que acabo de ver a toda pantalla en los noticiarios, y que se parece mucho a una larga operación de exterminio a fin de vaciar una franja de terreno para que un Estado gane espacios, y la posibilidad de expandirse, tampoco sea lo que parece, o no sólo eso. Los impulsores de tan bárbaras matanzas se enfadan muchísimo cuando alguien no se da cuenta de que nada es lo que parece, y en su afán de mantener la ficción, apelan naturalmente a los artificios de la narrativa para que eso que el mundo está viendo no sea lo que parece, sino otra cosa muy diferente. Numerosos gobiernos europeos fingen creerlo para que los vengadores no se enfaden también con ellos y porque les resulta increíble que la realidad sea la que parece ser. Este último fenómeno también es corriente, no poder creer lo que estás viendo y buscarle las vueltas y las explicaciones fantasiosas. Por desgracia, decíamos al principio, casi todo es efectivamente lo que parece (unas ruinas, cadáveres, tanques) y terminada la breve tregua, cada vez es más difícil imponer la narración ficticia alternativa. Si en las propias ficciones recreativas audiovisuales ya es complicado que nada sea lo que parece, figúrense en la realidad. Sólo nuestro PP parece creerse la versión de Israel, pero claro, eso tampoco es lo que parece; lo simulan a fin de darse el gusto de llamar a Sánchez cómplice de terroristas. O sea, que al final sí era lo que parecía. Como todo. La crisis climática también. Y sí, que la COP28 se celebre en Dubái, uno de los mayores productores de petróleo, es precisamente lo que parece.