TW
3

L o tenemos escrito desde hace años, en artículos de divulgación, científicos y en libros: el turismo ha de seguir siendo un tractor importante en la actividad económica de Balears. En este campo, las islas han sido pioneras en el desarrollo económico del turismo de masas, y han tenido –y tienen– una capacidad de exportación de conocimiento al respecto. El turismo ostenta unas características que lo definen como una economía con importantes externalidades negativas, que no se deben ignorar anteponiendo únicamente las positivas, que también las tiene. Entre aquéllas, las más destacables se relacionan con el entorno ambiental, con crecimientos preocupantes: un elevado consumo de capital natural, generación de residuos sólidos urbanos, emisiones de gases contaminantes, saturación y dislocaciones demográficas y congestión hídrica. Unos factores que muchas veces se arrinconan en aras de la expansión cuantitativa del crecimiento turístico: la persecución de más pernoctaciones, ampliación de la temporada estival con otros nichos de mercado; la llegada, en definitiva, de más visitantes. El impacto de todo esto sobre el mercado de trabajo es palmario: efectos llamada, escasez de mano de obra, tensión poblacional que, además, se enmarca en unos niveles salariales relativamente modestos.

El debate sobre diversificar ese modelo de crecimiento se ha abierto y cerrado en múltiples ocasiones. A veces, se han aportado contribuciones de calado, sustentadas en estudios empíricos solventes; otras, las discusiones se han llenado de propuestas retóricas y/o vacías de contenido, sustentadas sobre una jerga ampulosa que cristaliza en este axioma: ser oscuro, porque no se puede ser profundo. El contexto político estimula o bloquea esos debates, en función de la posición que adopten las patronales empresariales y los representantes sindicales. Pero la pregunta es pertinente: ¿cómo diversificar una economía de servicios madura, especializada en turismo de masas? Interrogante que tiene otras derivadas: ¿existen, en la economía balear actual, signos de una posible diversificación?; ¿cómo atajar los impactos ecológicos innegables que genera este desarrollo exponencial del turismo de masas?
Los campos de investigación están abiertos. Cegarse ante ellos, arguyendo que lo que importa, sobre todo, es la afluencia de turistas –ese es el corolario esencial para muchos empresarios y para las administraciones públicas–, es ignorar el medio plazo en economía, y someterse a los resultados más inmediatistas. Volvemos al inicio de este texto: el turismo es y debe seguir siendo una locomotora económica de primera magnitud: con ajustes internos, con actuaciones micro y macroeconómicas ante sus excesos. Con políticas planificadas. Pero esa máquina debe arrastrar otros vagones, algunos ya existentes en campos determinados en innovación y conocimiento, tal y como están demostrando investigaciones recientes de Facund Fora, con una tesis doctoral en ciernes. En suma, carruajes que deben llenarse de oportunidades de mercado y de captación de talento del capital humano. Siempre, empero, tocando con los pies en el suelo: sin pirotecnias ni invenciones.