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En la próxima temporada turística se intensificarán las inspecciones laborares. Eso dicen. No estaría de más mandar más inspectores a actividades como la agricultura o la construcción. Lo digo por esa noticia que ha estado varios días en los periódicos sobre el ‘empresario’ detenido por pagar a sus trabajadores un euro al día. Se sabe que los explotados son trabajadores y rumanos. Del detenido se sabe que es rumano, pero no parece que sea empresario. Este tipo captaba a gente en su país de origen, les prometía trabajo, permiso, les facilitaba viaje y residencia, a saber dónde y cómo. Dependencia total hasta pagar la deuda contraída. Las condiciones de trabajo quizá no llegan a la esclavitud, pero las horas semanales y el sueldo mensual de menos de 250 euros son como las que padecía un obrero en España en los años 50 del siglo pasado. Me gustaría saber por curiosidad si tenían tarjeta sanitaria y cotizaciones a la Seguridad Social. Inevitablemente viene a la cabeza que el modus operandi parece calcado al del ‘tratante de blancas’ que capta mujeres con promesas y engaños para explotarlas en burdeles. A este tipo no se le puede llamar empresario. Hay calificativos más acertados como estafador, contrabandista de cuerpos, explotador, chulo laboral…, todo menos empresario. A estas alturas sorprenden caso como éste, que se creían limitados a zonas agrícolas atrayentes para emigrantes de patera. Bien que se intensifiquen las inspecciones de trabajo. A ver si también se puede denunciar por atentado a los derechos humanos y a la dignidad.