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La desarticulación de una red criminal en Palma, dedicada al tráfico de seres humanos y a la explotación sexual, ha puesto de relieve lo poco que hemos avanzado en este campo, la falta de medios para prevenir hechos de este tipo y acabar con situaciones más propias de otros siglos que de la actualidad. Captar mujeres, engañarlas, esclavizarlas y obligarlas a prostituirse ha sido el modus operandi de la mafia oriental que controlaba, con total impunidad, una red de prostíbulos por toda Palma y que, además, se anunciaban ofreciendo tarifas low cost por una amplia gama de servicios. Y lo más grave, es que era un negocio boyante, que movía grandes cantidades de dinero, en efectivo, eso sí, para evitar ser detectados, y que contaba con una enorme demanda, o bien por los bajos precios o bien por las características de las mujeres, pero, fuera cual fuera la causa, los clientes se multiplicaban, esos clientes que también son culpables de lo sucedido, por callar, por no denunciar y por provocar que este «mercado» siga en alza, para vergüenza de todos.