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Durante tiempo he creído que los socialistas eran más bien moderados; creía que Sanchez había tenido que pelear para apaciguar a sus socios de gobierno. Sin embargo, gracias a Vox y al PP, estoy convencido de que las posiciones de Sánchez son distintas a lo que yo pensaba. Por lo visto, es el mayor revolucionario desde Robespierre, alguien que tiene la capacidad de romper España y de convocar a todos los demonios (incluido a Puigdemont), un personaje que va a llevarnos al desastre. Seguramente, yo era ingenuo pero hasta ahora me preocupaban otras cosas. Por ejemplo, que Santiago Abascal diga que «si gobernamos, volverán las tensiones a Cataluña», haciendo gala de una política na conciliadora. Me ha preocupado también que un grupo de jueces conservadores saliera a criticar una «probable» decisión del Poder Legislativo sin haberla ni siquiera leído.

Tonto de mí, pensaba que para estas cosas estaba el Constitucional, pero resulta que estos señores, sin que nadie les haya atribuido estas funciones, pueden interferir en el Legislativo a priori. Me preocupaba la desfachatez con la que algunos políticos, como Ayuso, digan que «ETA está viva y está en el poder», cuando estaba convencido que gracias a la falta de apoyo social y a nuestra fuerte resistencia demócratica la banda se había disuelto. Me preocupa que desde el PP se mire con buenos ojos a un personaje como Milei, que me parecía mucho más peligroso que Sánchez. Menos mal que he decidido que mejor resolvemos el conflicto con Cataluña a mamporros, ilegalizamos partidos, impedimos que se tramiten leyes que no nos gustan o apoyamos a Trump porque así seguro que no se rompe España.