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Es imposible conocerte y no amarte»: te he conocido, Señor, a través de todo lo que me has dado y a través de todo lo que me has perdonado. «Es imposible amarte y no seguirte»: te amo como Amigo, te amo como Señor y dueño de todo lo que soy y poseo, te amo como Dios, y te he seguido desde hace muchos años. «Me sedujiste, Señor»… Así como me he hecho mío un fragmento de esta canción piadosa que no hace mucho tiempo escuché, así me he hecho mías las palabras bíblicas de Jeremías en el capítulo 20: «Me sedujiste, Señor y yo me dejé seducir. Me forzaste y me pudiste… La Palabra del Señor se ha convertido para mí en constante motivo de burla e irrisión. Entonces me dije a mí mismo: ya no volveré a hablar de Él. Pero su Palabra era como un fuego devorador que consumía mis entrañas y quemaba mis huesos. Yo intentaba sofocarlo y no podía». Lo que le pasó a Jeremías, algo parecido me ha pasado a mí, a causa de algunos sobrinos que prescinden de toda práctica religiosa, y me critican a mí por ser sacerdote y pertenecer a la Iglesia con prioridad. La única respuesta que les he dado ha sido: evangelizar y perdonar que es lo mismo que amar…