TW
1

Hace unos cuantos meses leí por primera vez un artículo firmado por Joan Guasp, escritor. Desde entonces, me he vuelto un fan incondicional; no me pierdo ninguna de sus opiniones y, hasta la fecha, jamás me ha decepcionado. El artículo en cuestión llevaba por título AIXÒ ÉS ESPANYA.

En las primeras líneas, el señor Guasp recordaba una ocasión en la que un amigo suyo, al parecer alcohólico, en plena cogorza, exclamaba ‘Això és Espanya!’ mientras pateaba el suelo exigiendo, en catalán, la obligatoriedad de hablar exclusivamente castellano sobre ese suelo.

Tras considerar que su amigo «afortunadament per a ell i per molts altres, ja és mort», el señor Guasp pasaba a relatar un incidente ocurrido en el País Valencià, donde un individuo afeaba el proceder lingüístico de otro, que ‘li parlava en català’, gritándole «¡Háblame en castellano, porque esto es España!».

Con estas dos contundentes premisas que reflejan de forma incontestable la esencia intrínsecamente fascista del ser castellano, el señor Guasp deducía que el espíritu bélico español se ha reforzado con los años, porque España sigue siendo un país autoritario y dogmático.

Acto seguido, el señor Guasp se venía arriba y consideraba este suceso como un símbolo del imperialismo español y de la falta de educación que caracteriza a los españoles: Què saben ells de la bona criança? Porque el señor Guasp ha constatado que a los españoles ‘l’odi els surt pels ulls i les orelles’ y ya está harto de aguantar que le increpen con ‘la cara vermella i la boca crispada’: «¡Háblame en castellano, coño! ¡Estamos en España!»

Y, ante tanta tiranía reclamaba que ya es hora de que los españoles «aprenguin a portar-se de manera civilitzada’, que ‘s’adonin de la seva opressió, de la seva repressió i del seu despotisme».

No me cabe duda de que el señor Guasp se debe haber quedado con los dídimos descansados después de esta muestra de buen rollito hacia cuarenta y muchos millones de personas a las que trata con tanta consideración, a pesar de haberle amargado su larga, exitosa y prolífica existencia. Nada de fanatismo por su parte, ¿verdad, señor Guasp?

Es poco probable que el señor Guasp analice su retahíla de insultos y se dé cuenta de todas las barbaridades que ha escrito. Pero, afortunadamente, el señor Guasp no representa a casi nadie en Mallorca. Afortunadamente, la inmensa mayoría de los mallorquines no rezuma ese odio y ese desprecio hacia todo un país. Afortunadamente, ‘AIXÒ NO ÉS MALLORCA’.