Pau FanerPalma10/10/23 0:29
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Leo una frase que no deja de sorprenderme: «La diferencia entre un niño y un adulto es simplemente el precio de sus juguetes». A lo mejor se refiere a que la fantasía de los niños puede conservarse hasta la vejez. Pero lo cierto es que los niños saben cada vez más pronto que los Reyes Magos son sus padres, y hoy es fácil perder la ilusión. Busco información sobre juguetes para niños y me sale una caja de herramientas, una araña teledirigida, un avión con pistola de tiro, un helicóptero teledirigido, un taladro eléctrico… Entonces me acuerdo de que una vez regalamos a nuestro hijo un taladro de plástico y creyó que era una pistola. Busco juguetes para niña y me sale un estuche de Barbie, una casa de muñecas, un juego de cocina, una muñeca con atuendo extra, un kit para hacer pulseras… Entonces me acuerdo de Panchita, la muñeca que tenía mi prima, que lloraba y hacía pipí, y pienso que la sensibilidad masculina y la femenina son diferentes, y a menudo opuestas.

Busco juguetes para adultos y me sale un moño blando con hoyuelos antiestrés, un gorila elástico para apretar y estirar, un rompecabezas personalizado, un satisfyer, un masajeador de varita mágica, un ejercitador de suelo pélvico… Antes estas cosas o bien eran inútiles o eran pecado y sí, algunos de estos juguetes deben de ser caros. Sigo pensando y se me ocurre que la frase no se refería a esto, sino a que los entretenimientos de niños a mayores cambian de modo tan radical que se pueden considerar juguetes para adultos elementos como una guitarra eléctrica, un piano, un coche, un viaje, un chalet, un cambio de pareja… Un coche puede valer varios miles de euros y un chalet puede llegar a costar varios millones. Es cierto, los juguetes de adultos son muy caros. La gente adulta también puede considerar un juguete el hecho de salir a cenar a un restaurante de lujo, mientras que los niños apreciarían ir a saltar al Urban Planet Jump. Una cena puede salir por 60 euros por persona y se disfruta una noche, pero por ese precio podrían comprarse tres libros, unos juguetes que con un poco de suerte pueden disfrutarse toda la vida.