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La última parte importante de la misa es la comunión. Todo el caudal de gracia, de luz y de experiencia de fe, que a lo largo de la historia del cristianismo el Espíritu Santo ha ido comunicando a través del sacramento de la Eucaristía, se resume y sintetiza en la sagrada comunión. La etimología de esta palabra es sencilla: unión en lo común. Cristo es el centro en el que pueden desembocar todos los sentimientos y experiencias religiosas que Él quiso dar a la humanidad creyente: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo».

La primera vez que expuso a sus seguidores este inimaginable proyecto eucarístico, no supieron comprenderlo y aceptarlo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Muchos se retiraron y ya no iban con él. La grandiosidad de aquella dádiva y de aquella ilusión se quedó frustrada a causa de la incredulidad de aquella multitud que poco tiempo antes estaba entusiasmada con sus milagros… Jesús se dirigió a sus amigos y les dijo: «¿También vosotros queréis marcharos?» Y Pedro le contestó: «Maestro ¿a quién iríamos? Solo Vos tenéis palabras de vida eterna». Y así terminó para unos y empezó para otros la gran y hermosa aventura…