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Septiembre tendrá como uno de sus principales protagonistas a Núñez Feijóo, que inicia una ronda de consultas de cara a su investidura. Le va a servir de poco. Por otra parte, Pedro Sánchez negocia en secreto las condiciones exigidas por ERC y Junts para facilitarle la investidura una vez que, el 27, haya fracasado, como esperan, la de Feijóo. Pero, claro, una vez más el protagonismo se lo lleva el fugado a Waterloo, que ya está consiguiendo hasta que se ‘normalice’ la idea, declarada inconstitucional por los letrados del Congreso, de que es posible una amnistía para los 208 encausados en el ‘procés’. Será un tema a tratar, según se especula, cuando ambos, Sánchez y Puigdemont, coincidan, antes de la sesión de investidura, en el Parlamento Europeo.

¿Se está ya preparando un encuentro, discreto o no tanto, en Bruselas? El presidente del Gobierno acudirá al Parlamento Europeo para explicar las prioridades de la presidencia española de la UE, que, quiérase o no, se está viendo afectada por el proceso poselectoral. Y allí estará, presumiblemente, el europarlamentario como atento oyente. Protagonismo de Sánchez pero compartido, en un día que debería ser grande para la diplomacia española. Pero las cábalas van más allá. Dentro del programa de imagen que domina ahora las conversaciones del Gobierno con ERC y Junts, ¿cómo se gestiona esta coincidencia de Sánchez con Puigdemont? ¿No habrá encuentro ni para saludarse fugazmente, al estilo de lo que Sánchez hizo en el Congreso con el entonces procesado líder de Esquerra, Junqueras?

Imaginemos otra hipótesis: a los intereses de ambos, Sánchez y Puigdemont, les conviene, aunque en distinta medida, la foto de la normalización. Puigdemont, antes enemigo público número uno del Estado, es, al fin y al cabo, un miembro del Parlamento Europeo, aunque con su inmunidad en riesgo. Sigue siendo un prófugo para la Justicia española. Pero, al tiempo, es el hombre del que depende la relativa pacificación de la política española.