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Alberto Núñez Feijóo tiene un mes para preparar un discurso de investidura que, al margen del presumible resultado adverso de la votación a la que será sometido como candidato a la presidencia del Gobierno, debería ser una pieza oratoria muy solida. Por decirlo así: fundacional. Un discurso con las líneas maestras de lo que será actuación del PP en la oposición. Feijóo, como líder del partido vencedor de las elecciones, ha hecho lo correcto al manifestar al Rey su voluntad de presentarse a la investidura pese a saber que la aritmética parlamentaria le es desfavorable.

Pedro Sánchez presume ya de ser capaz de renovar sus alianzas con quienes han venido siendo sus socios en la pasada legislatura pero sí Feijóo hubiera renunciado a presentar su candidatura habría desperdiciado una ocasión de oro para presentar ante los españoles cuál sería su programa de gobierno estableciendo con claridad sus líneas de actuación marcando con claridad las diferencias con el proyecto populista de Sánchez.

Los días 26 y 27 de septiembre, sus intervenciones desde la tribuna del Congreso se podrán ver en toda España. Será el momento de explicar las ventajas que tendría para nuestro país la actuación política templada de un hipotético gobierno imbuido de una filosofía de centro derecha, alejado del radicalismo y en ocasiones del sectarismo que hemos padecido los últimos cuatro años en razón de los pactos de Sánchez con Podemos y demás socios parlamentarios.

Salvo sorpresa –improbable– que podría venir provocada por la abstención de los diputados de Junts y debida, quizás, a exigencias de última hora del prófugo Carles Puigdemont, Feijóo perderá la votación de investidura porque en nuestro sistema parlamentario no gobierna quien gana las elecciones sino quien consigue formar gobierno. Nadie sabe lo que pude durar la próxima legislatura pero lo que ya se puede avizorar es que se caracterizará por su inestabilidad.