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La segunda parte de la celebración es la Palabra con la homilía. Es impresionante leer las declaraciones que hizo el filósofo y mártir Justino en el siglo II delante del tribunal de Roma, presidido por Rústico: «Los cristianos nos reunimos cada domingo para escuchar las enseñanzas de los apóstoles; leemos las Escrituras para que la Palabra de Dios nos alimente y nos dé fuerza, siguiendo a Jesús. Por Él estamos dispuestos a morir, esperando vivir con Él para siempre». De modo que –comentaba Rústico– si te cortamos la cabeza, ¿piensas que volverás a la vida con Jesús? «No solamente lo pienso, sino que estoy seguro de ello», respondió Justino… En el mismo siglo, un grupo de cristianos estaban reunidos celebrando la Eucaristía. Los guardias romanos habían prohibido tales reuniones y gritaban: ¡abrid la puerta! Y de dentro oyeron unas voces: los cristianos no podemos dejar de celebrar lo que Jesús nos mandó. Entonces los guardias derribaron la puerta y se los llevaron para el martirio. ¡Qué contraste si comparamos la actitud de muchos cristianos actuales! Verdaderamente la segunda evangelización se nos presenta tan dura como la primera…