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La editorial Emecé publicó La Colmena en Buenos Aires en 1951. El libro había sido autorizado por la censura argentina. Pero Camilo José Cela lo había presentado a la censura española en 1946, cinco años antes. El informe fue negativo a su publicación por las alusiones al sexo, la homosexualidad y la prostitución que contenía. La edición española no se autorizó hasta 1963, cuando Manuel Fraga Iribarne era ministro de Información y Turismo. Camilo José Cela dijo que su novela aspiraba a ser un pálido reflejo de la realidad. En 1989 Camilo José Cela recibió el premio Nobel de literatura.

En 1973 mi primera novela, L’Arcàngel, fue rechazada por la censura, pese a que acababa de obtener el premio Ciutat de Palma. Maria Aurèlia Capmany, que dirigía la colección JM, de la editorial Nova Terra, había aceptado publicarla en Barcelona. Era una novela surrealista que Josep Maria Llompart había comparado con Boris Vian, pese a que yo entonces aún no lo había leído. La novela fue rechazada por su erotismo, pese a que se trataba de algo muy poético y desde luego irreal que yo había escrito a los 22 años. El informe decía que era una novela muy bien escrita, que auguraba un gran futuro para su autor, y la comparaba con la obra de Camilo José Cela por el uso de la lengua, aunque no por la imaginación. La novela fue autorizada completamente al año siguiente. Pregunté por qué y me dijeron que habían cambiado la orientación de la censura. Ahora prohibían las cuestiones relativas a la política.

Cuando hacía oposiciones de inglés en Madrid me entretuve en escribir, en mis ratos libres, una novela que titulé Los últimos adolescentes. La envié a Tusquets Editores, que organizaba el premio La Sonrisa Vertical y me olvidé de ella hasta el punto de que quince años más tarde, cuando Beatriz de Moura me dijo que Luis García Berlanga la había leído y quería publicarla le dije que se equivocaba, que yo no había escrito nunca ese libro. Pero sí lo había escrito. Lo publiqué en 2018 en Penguin Random House, bajo el título de Hormigas en los pantalones, con el seudónimo de Agatha Allen, pero ya muy descafeinado.