TW
11

Volvió a ocurrir. Ya nos pasó el verano pasado. Aunque me dolió, intenté vivirlo como una anécdota aislada. Esta vez es distinto, porque cuando una situación se repite, cuando le sucede dos veces a una misma persona, ya no puede considerarse una rareza, sino una realidad.

Me explico: mi hija adolescente hacía cola para coger un taxi en una parada del centro de Palma. En estos últimos veranos, hemos tenido que acostumbrarnos a la escasez de taxis, a las colas larguísimas en las paradas bajo un sol intenso, e incluso a la mala educación de algunos taxistas.

Quiero que quede claro que he dicho ‘algunos’, puesto que siempre he tenido buenos amigos taxistas, que son muy buenos profesionales. Sin embargo, tristemente, el comportamiento de unos pocos da una muy mala imagen de todos los demás.

Continúo: mi hija esperó paciente hasta que le tocó el turno, entonces se subió al taxi y dio la dirección de casa (el trayecto era de unos diez euros aproximadamente). Acababa de ponerse el cinturón de seguridad, cuando el taxista le dijo con contundencia que se bajase del taxi. Al preguntarle ella la razón, señaló a unos turistas que iban justo detrás en el turno. Los turistas llevaban maletas y ensaimadas, signo de que estaban de regreso.

El taxista argumentó que tenía que ocuparse de los turistas porque si iban al aeropuerto, podían perder el avión. Mi hija le contestó que nadie iba a perder nada, que era su turno, y llevaba mucho rato esperando. El taxista se decidió a hablarle claro: iba a echarla de su taxi porque la carrera de los turistas le daría más dinero. Y la obligó a bajarse de malos modos.

Estoy harta de esos abusos de poder. Estoy harta de que haya taxistas que maltratan a los mallorquines y pasan de largo cuando les piden que se paren. Estoy harta de que mi hija se vea obligada a bajar del taxi porque es muy joven, no monta escándalos, y es una mallorquina bien educada. Estoy harta de estos veranos desastrosos, que ahora empiezan en abril y acaban en noviembre, en que algunos taxistas demuestran claramente su poca calidad humana.