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El mejor indicio del temblor de vísperas en el que está instalado Pedro Sánchez ante lo que puede pasar el 23 de julio es la gira que ha emprendido concediendo entrevistas aquí y allá a medios de comunicación a los que durante los últimos cuatro años había despreciado.

Solo concedía entrevistas a los medios y periodistas afines a la causa. Muy mal deben pintar las encuestas internas que manejan en La Moncloa para programar una gira secuenciada en la que se dedica a proclamar las bondades del Gobierno quejándose del mal trato que según dice le dispensan los medios de la derecha. Se concede un ‘notable’ como gobernante y se proclama víctima injustamente tratada por quienes, según dice, tratan de deshumanizarle y le acusan de mentir.

Sánchez se manifiesta en las entrevistas como si estuviera acorralado. Y si bien se queja y señala a los medios que no le ríen las gracias oculta la nutrida gavilla de emisoras de radio, cadenas de televisión y periódicos que en los últimos cuatro años han venido aplaudiendo y justificando todas y cada una de las medidas adoptadas por el Ejecutivo, muchas de ellas por la vía del decreto ley, es decir, sin el exigible debate parlamentario previo.

El caso es que tras cuatro años en los que solo concedía entrevistas a algunos de sus más afamados turiferarios ahora está en todos los medios presentándose como víctima de los poderes oscuros que controlan las terminales mediáticas. Me temo que ese relato no cuela. Como tampoco cuela seguir agitando el espantajo de los pactos del PP con Vox tratando de asustar al personal con la idea de que Núñez Feijóo nombrará vicepresidente a Santiago Abascal.

Lo dice él que sentó en el Consejo de Ministros a Pablo Iglesias haciéndole vicepresidente. Tras el batacazo sufrido en las municipales y autonómicas si está cambiando el relato y lo hace a menos de cuatro semanas de la cita con las urnas es porque se ve con el agua al cuello.